Me harté, lo admito... Este domingo decidí no cocinar absolutamente nada. Solo éramos mi pequeña niña y yo en casa... He tenido una semana muy cargada, y mentalmente estoy agotadísima. Honestamente, decidí tan sólo hacer algo distinto con ella. Generalmente, no ingerimos demasiado comida chatarra o procesada. No es por nada, per intentamos comer lo más saludable que nuestro presupuesto nos lo permita pero hoy, este día, sencillamente no podía más...
Así que que le dije a mi niña; "cariñito, dúchate. Elige una repita cómoda y linda que nos vamos a comer pizzas". Me alegra romper el tablero de vez en cuando, ¿qué les puedo decir? Sumado a que, honestamente la cabeza no me daba para meterme 2 horas en una cocina a preparar algo desde cero; decidí salir con ella y disfrutar del clima del fin de verano, estirar un poco las piernas y caminar, conversar y francamente dejar un poco el aislamiento de estar o en casa o en el cole... Ambas, creo, que nos sentimos agradecidas con mi impulsiva pero prometedora acción.
Mientras caminábamos, mi hija me comentaba (créanme, está en esa etapa donde no para de contarme todo. Y amo que así sea) que entre todas las comidas que existen (se refiere a las que conoce porque se las he preparado) la que más le gusta es la pasta, pero que la pizza es de las "cosas más deliciosos y ricas" que tiene la vida. Desafiante, se preguntaba, por qué las cosas que mejor saben no se pueden comer más seguido... Yo le expliqué que hay alimentos más saludables y nutritivos que otros, y que algunos hay que comerlos de vez en cuando; incluso si son deliciosos.
Ella es fanático de Bob Esponja y siempre me pregunta a qué sabe la pizza con piña (aquí somos amantes de la pizza tradicional, sin ingredientes extraños como las frutas)... Y se me ocurrió preguntarle si a le gustaría probarla; ella me respondió asintiendo, pero en mi mente la duda sobre si había disponibilidad en el menú de la pizzería me rondaba el pensamiento... Sin embargo, llegamos al restaurante; que es un modo algo fancy de llamar a una pequeña pizzería familiar cerca de casa, nos recibía. Siempre con amabilidad de calor hogareño. Además, el olor a horno de leña impregnable el sitio; creando un aroma difícil de ignorar y fácil de disfrutar.
Tímidamente me dirigí al mostrador. Principalmente, por dos razones: la primera, había dejado las gafas en casa, y no veo de lejos (para ojear el menú) y también para preguntarle en plan de confianza a la persona en el mostrador, si había "pizza hawaiana" y sonrió y me dijo amablemente que no; pero que sí era por la niña, ellos podían hacer una excepción y añadir rodajas de piña en una pizza tradicional con salami y extras de queso... Le dije que lo consultaría con mi pequeña, y para mi sorpresa; ella ya tenía muy claro que deseaba ordenar en mi pequeña cabecita de niña de 9 añitos... "Mami, ordena pizza con salami. Amo el salami."
No les mentiré... Yo no quería comer pizza con piña, pero como madre al fin esta a dispuesta a contarle a mi hija lo que me había dicho el dependiente del restaurante... No obstante, ella me hizo el trabajo sumamente más sencillo... Amé que así haya sido. Como pueden ver en las fotos, amamos esas pizzas. La pasamos espectacular y comimos como si el mundo no tuviera la posibilidad de volver a ver la luz del día otra vez... Y todo inició con mi negativa firma de cocinar... No les miento cuando les digo que en serio detesto tener que hacer lo mismo (supongo que a todos, en algún punto, nos sucede lo mismo). Así que, sin planificación, sin pensarlo mucho pero con la compañía de la mejor niña que una madre pueda pedir y disfrutando de una comisión exquisita, esta historia se vuelve anécdota, y a la vez un recuerdo que ustedes conocen como post.
All photographs and content used in this post are my own. Therefore, they have been used under my permission and are my property.
