LA LANGOSTA [relato corto]

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Imagen cortesía de @rahesi

LA LANGOSTA


En la casa del frente, aquella con el tejado naranja, los hombres se besaban con tanta intensidad que parecían querer devorarse.

Yo llevaba dos horas sentado frente a la ventana de mi habitación. Tenía la boca seca y los músculos increíblemente agarrotados.

—Luis, ¿qué hacen? —Isabel sonaba impaciente a través del altavoz del teléfono.

—Lo besa —dije observando por los binoculares—. Ahora lo empuja hacia la cama y va a...

—¿Ya empezó?

—No. —Tenía la boca abierta y la cerré al darme cuenta—. Lo penetra.

—Deberíamos poder grabarlo —gimoteó.

El rubio se aferraba a las caderas del moreno con tanta fuerza que le dejaba marcas blancas en la piel oscura. Del teléfono salió el sonido de un pitido.

—Diez con cincuenta –dijo Isabel. Luego pude oírla tecleando con increíble rapidez.

Al otro lado de la calle, el rubio seguía embistiendo. Ahora con la cabeza vuelta hacia atrás.

Di un respingo.

—Va a empezar.

—¿Ya?

La columna del rubio comenzó a moverse, haciendo tanta presión hacia fuera que las vértebras podían discernirse a través de la piel. Y de repente, doce tentáculos rojos que terminaban en pequeñas pinzas salieron disparados desde ambos lados de la columna sobresaliente. Casi podía oír el estallido que hacían al prorrumpir en rápida sucesión. Cuando el último tentáculo se hubo liberado, la columna entera atravesó la piel, salpicando de sangre las paredes.

—Jamás me cansaré de ver esto —susurré.

—¿Ya lo mató?

El rubio... O la langosta, como lo llamaba Isabel, apuntó a su víctima con los tentáculos, y en menos de un parpadeo, estos se abalanzaron sobre el aterrorizado hombre y se le hundieron en la carne.

Un grito brotó de la cocina.

—¡Luis Alfonso! ¿Cuándo vas a ir a la panadería?

—¡Ya voy, mamá! —respondí con un sobresalto.

La langosta permanecería varias horas violando y devorando al moreno, después tomaría una siesta. Le llevaría un tiempo restablecer su esqueleto y curarse las heridas. Luego volvería a salir de cacería.

Cogí el teléfono y salí de la casa. Me sentía lleno de energía.

«Tengo que encontrar la forma de grabarlo. —Una enorme erección me presionaba el pantalón—. Sería genial. —Me detuve al llegar al jardín, y aspiré el dulce aroma de las flores mientras veía la casa donde se estaba saciando nuestra criatura, nuestro secreto. Sonreí—. Jodidamente genial.»


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Este cuento fue uno de los tres ganadores de la semana 14 del concurso de cuentos #fotocuento. El cual consistió en escribir una historia con un máximo de 400 palabras, inspirada por una fotografía de la organizadora @rahesi.

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© 2018, Elena Lobos

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