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La teoría de la privación materna
Revisando la controvertida teoría de la "privación materna", en el informe de la Organización Mundial de la Salud sobre Atención Maternal y Salud Mental, Bowlby (1951) exploró los efectos de la privación de la atención materna. La privación materna no está limitada en definición a las madres que están físicamente ausentes de las vidas de sus bebés; también se aplica a las madres que no son sensibles ni responden a las necesidades de sus hijos.
En este informe, Bowlby concluyó que una relación cálida, íntima y continua entre el niño y la madre, en la que ambas partes encuentran satisfacción y disfrute, es esencial. La falta de una relación tan satisfactoria podría conducir a malformaciones de salud mental significativas e irreversibles.
El caso de Eaton y su madre, Kerry, podría verse como un ejemplo clásico de la teoría de la privación materna. Mientras Kerry está presente físicamente, su propia falta de motivación y actitud no involucrada no es adecuada para fomentar esa relación cercana con su segundo hijo. Como destacaron Bowlby y más tarde su colega más cercano, Mary Ainsworth (1962), Eaton podría estar en riesgo de tener algunos problemas mentales en el futuro, si no se implementa una intervención oportuna y efectiva.
Los efectos a largo plazo de las malas interacciones niño-familia
Las consecuencias de la mala interacción materna y posiblemente paterna a la que Eaton está acostumbrado no pueden exagerarse. En un estudio reciente que utilizó un modelo conceptual derivado de la teoría del apego, se demostró que la ansiedad de apego y la baja empatía aumentan significativamente las probabilidades de que se abuse de menores (Woods y Riggs, 2008). Además, la inseguridad del apego en la infancia está relacionada con el comportamiento de externalización y con patrones de conducta depresiva más altos y estables en la etapa de la adicción (Allen et al, 2007).
También, a la inversa, evitar la cercanía en madres deprimidas está implicado en el desarrollo de síntomas de internalización en sus hijos, porque los individuos que evitan la cercanía, lógicamente, son pobres cuidadores (Whiffen et al, 2005). La investigación también muestra que los bebés y niños pequeños de madres deprimidas tienen un mayor riesgo de desarrollar inseguridad de apego y dificultades de comportamiento que los hijos de madres no desordenadas (Cicchetti et al, 1998).
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To be continued,
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