DEJO TODO PARA GANAR DINERO ESCRIBIENDO
Tener a mi hijo Pierre, conocer a mi mujer, y convertirme en emprendedor es lo más maravilloso que me ha pasado en la vida. Pero mi camino para lograr todos estos triunfos estuvo también lleno de lágrimas y mucho trabajo duro.
El día que dejé mi empleo de $4.000 al mes fue el más terrorífico de mi vida por muchas razones.
Cuando me planté en la oficina delante de mi jefe para decirle que no iba a trabajar más allí mis sentimientos eran contradictorios: por una parte me sentía nervioso porque no sabía cómo iba a reaccionar él, y me daba miedo que no me pagase todo el dinero que me debía de mi trabajo del último mes.
Pero a la vez, sentía una sensación liberadora en mi interior: por fin estaba rompiendo esas cadenas que me tenían atado a un empleo que no me gustaba, y que absorbía todo mi tiempo y mis energías.
El resultado no fue tan malo como esperaba: le expliqué la situación, y mi jefe me confesó que él había pasado por algo parecido antes de fundar esa empresa.
Sin embargo, al salir por la puerta, me empezó a temblar todo el cuerpo. A mi mente empezaron a llegar pensamientos que creía haber dejado atrás...
¿Qué has hecho, Andrés? ¿Cómo te las vas a arreglar ahora para vivir? ¿De verdad crees que puedes ganar dinero escribiendo y creando un negocio online con ello? ¿Y si fracasas? ¿Qué vas a hacer entonces? ¿Qué va a pensar tu familia de ti si eres un perdedor?
El camino hasta llegar a mi casa se me hizo interminable, con todas esas dudas y temores golpeándome a cada segundo en mi cabeza.
Lo que no sabía era que lo peor estaba por llegar.
Cuando volví a mi departamento se lo conté todo a mi novia, pero ella reaccionó de una manera muy distinta a la que yo había imaginado.
Aunque durante meses estuve hablando con ella sobre cómo me sentía en mi empleo, lo que quería hacer, y le pedía su opinión (y ella siempre me contestaba que yo debía seguir mi instinto y lo que me hiciese feliz), ese día no parecía estar muy contenta con mi decisión...
Supongo que ella pensaba que yo sólo estaba pasando por una mala época en mi trabajo y que en realidad nunca daría el paso de despedirme para convertirme en emprendedor.
Mi familia tampoco se lo tomó demasiado bien (mis padres son muy tradicionales), así que los siguientes meses en los que estuve preparando el que por fin sería mi primer negocio exitoso se me hicieron cuesta arriba sin el apoyo de los que más quería.
Pero a pesar de todo, me sentía ilusionado por el nuevo camino que iba a recorrer.
Trabajaba más de 9 horas al día en mi emprendimiento, pero por fin había encontrado algo que realmente me hacía feliz y me apasionaba.
El primer día hice una lista de todos los errores que había cometido con mi primer emprendimiento cuando a los 17 años inicié mi propio blog para ganar dinero
Aquí el consejo más importante que te puedo dar es que tengas clara tu idea de negocio y hagas un pequeño estudio de mercado antes de lanzarte a ello.
Cuando muchos de mis estudiantes me dicen que sus negocios anteriores han fracasado, yo siempre les hago la misma pregunta: ¿hiciste un estudio de mercado para comprobar si había clientes interesados en tus productos y servicios?
La respuesta de todos ellos siempre es NO.
Así que tu primera tarea obligatoria debe ser esa: verificar si hay (o no) un mercado realmente interesado en lo que vas a ofrecer.
Aún no te lo he dicho, pero mi idea de negocio era crear una página web donde escribiría artículos motivacionales para ayudar a otras personas a ganar seguridad y confianza en sí mismas, y a las que les mandaría vídeos inspiradores cada día a sus correos.
Cada día veía cómo mi proyecto iba creciendo más y más, y yo me sentía como un padre que está orgulloso de ver cómo crece su hijo.
Por aquel entonces todavía no existían las redes sociales como Facebook o Twitter (Facebook se inauguró unos meses después de que yo iniciase mi blog), así que tuve que promocionar mi página a la vieja usanza.
Les pasé el enlace de mi blog a todos mis amigos para que ellos hablasen a los suyos sobre mi web, iba a charlas de motivación para inspirarme a escribir mis artículos y para repartir tarjetas de visita a los oyentes cuando salían de allí...
Pero a pesar de todos mis esfuerzos, mi negocio no despegaba, y otra vez volvió el miedo a fracasar y a quedarme sin nada.
Sí, cada mes conseguía más visitas y lectores fieles que comentaban cuánto les estaban ayudando mis palabras. Pero aquello no crecía al ritmo suficiente para hacerlo un negocio rentable.
El dinero que había ahorrado con mi anterior empleo se estaba agotando y no generaba apenas ingresos.
Busqué otras alternativas que me ayudasen a pagar mis facturas y mantener mi negocio mientras esperaba a que creciese, pero las opciones que encontraba no me servían de mucho.
Llenar encuestas pagadas me ayudó a ganar un dinero extra; pero necesitaba más ingresos para ampliar mi negocio y que por fin arrancase.
Sin embargo, el mayor golpe lo recibí un mes después.
Desde que le dije que había dejado mi empleo había sentido cómo mi novia se había vuelto más distante: ya no hablábamos como antes, cada vez que le preguntaba qué le pasaba me decía que estaba bien (aunque yo notaba que no era así), y no me contaba cómo le había ido el día cuando volvía de su trabajo.
Y un día, de repente, me dijo: Andrés, tenemos que hablar...
Mi novia me dejó. Al día siguiente recogió todas sus cosas, y se fue de nuestra casa.
En aquel momento me enfadé mucho con ella porque no entendía su posición. Pero con el tiempo he comprendido que no fue culpa de ninguno de los dos.
Ella era una buena chica, pero tenía una educación tradicional y pensaba que la única forma de ganarse la vida era con un empleo dentro de una empresa. Y yo reconozco que le dediqué más horas de las que necesitaba a mi emprendimiento.
Así que me quedé allí en ese piso solo, con menos dinero cada vez en mi cuenta, con un negocio que no terminaba de despegar, y dudando de si había hecho lo correcto al dejar mi trabajo unos meses antes.