Error mío, error nuestro de cada día...

Cuántas veces vemos los errores, es parte de la vida del ser humano. Ello como tal no es muy humanizante, puesto es señalar alguna de las muchas características que poseemos.
Poder tener esta capacidad de reconocer el error propio, sin embargo, no solamente es poco abundante entre los hijos de Eva, sino que nos parece que inclusive a veces el genio que se equivoca, incluso nuestro queridísimo y celebérrimo profesor de Königsberg, y que puede afirmar cosas magistrales en ocasionales no escapa de la mortalidad de lo determinado de tiempo y espacio, que, al ver a nuestros seres más queridos y apreciados, intervienen tanto lo volitivo de uno y la empatía termina por el querernos hacer dudar.
Esta epojé o suspensión del juicio debe ser superada con maestría y aunque pareciese que siempre está la sombre de la frase popular en la actualidad de “que más vale solo que mal acompañado”, siempre esta idea de salir de minoría de edad como lo señala en sus escritos de “¿Qué es la Ilustración?”, siempre la emancipación nos cuesta a todos y el costo se da incluso porque hay que pelearse con esos genios que nos llevan años luz, pero a los que podemos subirnos infinidad de veces, con tal de afirmar: "soy el más enano de los pigmeos, subido sobre los gigantes del pensamiento, parafraseando a los medievales... que algo sabían."
Porque tenían tan presente esa idea de insignificancia humana y limitada de creatura frente a la mente más que lúcida del Señor de todo y Todos. Esta idea que les evitaba ufanarse de lograr a rincones muy alejados y remotos del saber humano, puesto que las ciencias que más buscaban eran las celestes. Y al ser con el que trataban era el más metafísico de los entes: La Divinidad misma.
Siguiendo estas búsquedas es que siempre podremos encontrar diferencias con nosotros o nuestro compañeros, porque la diferencia está a flor de piel en nosotros mismos, ni siquiera en los campos de la ciencia, la mayor búsqueda radica en la diferencia sino en la unidad de lo común a todos, puesto que así se empodera aquellos a quien han dejado hace tiempo las tomas de decisiones más formidables, son aquellas que ya se les había sumados los actos de fe, más poderosos y temibles… saberse siempre inferior al descubrimiento que ibas a dar y que podía sobrepasar los mismísimos límites de tu propia naturaleza humana para ser una pieza cuasi divina de aquello que buscabas encontrar con tanto ahínco.
Estas obras maravillosas de los antiguos, medievales y modernos: no permite más que asombrarnos estupefactos.

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