En una noche fría, bajo las farolas de la avenida, se esconde el infante abrazándose a los cartones como el pollito que se acurruca bajo la gallina, rememorando la última comida esperando acallar el extraño ruido de su tripa; y desviar su atención del miedo que le inspira la noche, donde el eco de ladridos rompe el silencio y se funden con el ruido desgarrador que proveniente del callejón en el que su má trabaja, que poco a poco se quiebra dejando un pequeño sollozo al aire, expresión de dolor y algo de resignación. Él todavía no comprende que sucede, solo quiere el toque de aquella mano áspera y la sonrisa amarillenta de su má para saber que todo estará bien; más tranquilo ante el cese de los ruidos, espera pacientemente el retorno de su madre que desangrándose en la oscuridad, solo puede pensar en la criatura que a su suerte a de dejar…