El parking.

En las primeras horas de la mañana, Alicia sacó a pasear a Hidalgo, galgo y fiel compañero desde hacía dos años cuando lo recogió de la perrera, completamente destrozado por la mala y cruel praxis de los cazadores de la zona.

Se acercó al parking de caravanas donde solían pernoctar turistas y amantes de las casas rodantes, allí descubrió esa sensación de frialdad y soledad como nunca había sentido , sabía que algo extraño había sucedido, por la hora, su lógica le hacía verse envuelta en una multitud de niños correteando alrededor de su cánido. Pero esta vez no había ni niños, ni mayores , ni nadie.

Se acercó a la primera caravana sigilosamente, presa de la duda y el miedo. Se atrevió a mirar por una de las ventanas sin cortinas que dejaba entrever parte del interior del saloncito, ningún rastro de vida.

Se atrevió a golpear a la puerta sin respuesta, repitió la operación con todas las caravanas que pudo con el mismo resultado.

Hidalgo comenzó a ladrar como nunca lo había hecho y corriendo despavorido sin dirección, Alicia salió detrás alejándose del parking de caravanas.

Cuando llegó a la loma , desde unos quinientos metros , se paró a contemplar el vacío del entorno y llegó a la mismo conclusión de siempre: Vinieron, comieron y se fueron.

Texto y fotografía de mi autoría.

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