Ruido.

  Tap, tap, tap.  

  Escuchas el ruido justo detrás de ti, cada vez que caminas. No importa a donde te dirijas, o lo que estés haciendo, oyes el ruido. Primero no te preocupas, siempre estás con gente a tu alrededor, por lo tanto se lo achacas a ellos, piensas que probablemente viene de alguno de ellos. Quizás un zapato despegado, un tacón que suena. Unas llaves que suenan, un bolso que bambolea. No le prestas mucha atención. Ruidos hay en todas partes, te dices a ti mismo. No es de preocuparse.

  Tap, tap, tap.

 Pero ahora lo escuchas cuando no estás rodeado. El ruido pareciera provenir de algo que está a tu lado, algo que está cerca. Caminas de regreso a casa, hacia tu universidad, a tu tienda favorita. Lo oyes, sabes que está por ahí la fuente del ruido, pero a veces no tienes a nadie alrededor. Solo los ruidos de la calle, un rumor lejano de gente que habla en algún lugar. Piensas que son los carros que circulan cerca. Un motor defectuoso, un tubo de escape suelto, un caucho espichándose. Y te tranquilizas porque piensas que el ruido solo es un ruido. Y los ruidos ¿qué daño pueden hacerte?

   Tap, tap, tap. 

   Frente a ti no ves nada distinto de lo cotidiano, solo la acera que quieres transitar. Y el ruido se hace cada vez más fuerte, más conciso, como si ahora pudieras definir de dónde realmente viene. Como si ahora estuviese frente a ti, como si estuviese en tu punto de destino. Es ahora, cuando empiezas a preocuparte, porque estás solo. Y si no eres tú el que hace el ruido ¿quién? Pero te fijas en el final de la calle, cerca de donde vives. Hay personas. Sí, seguro son ellos. Quieres creer que son ellos. 

   Tap, tap, tap. 

   Pero no escapas del ruido una vez que has entrado a tu casa, pues es de aquí de donde viene. Ahora si sientes temor, pues conoces todos los sonidos propios de tu hogar. Y este no es uno de ellos. Este ruido seco, fuerte, como una persona que golpea las paredes, te aturde y estremece. ¿Quién es el responsable del sonido? ¿Qué lo causa? ¿Es lógico que estés paranoico en tu propia casa? 

   Tap, tap, tap. 

   Entras al baño para lavarte la cara y aclarar tu mente, quizás sea el cansancio el responsable de que oigas cosas que no son. Pero al ver tu semblante para evaluarte, no ves nada. El espejo, por alguna razón, está vacío. Tu reflejo se ha ido. Y te das cuenta que todo este tiempo lo que has escuchado no es un ruido común. Es un latido. Nadie te ha saludado de regreso a casa. Nadie al final de la calle reaccionó cuando llegaste. 

   TAP, TAP, TAP. 

   Tu reflejo, el que esperabas ver, está en tu cuarto. No luce nada bien. Para ser sinceros, has visto sombras por todos lados mientras caminabas. ¿Me habrán drogado? ¿Estaré bien? El ruido ahora está fuertemente en tu cabeza. Inunda todo tu espacio. Tu reflejo te devuelve la mirada. Te mira con piedad, como si te implorara algo. Y cuando vas a hablar, lo sientes. Es frío, muy frío. Es el ruido atravesándote, de costado a costado. Estás convencido de que es tu imaginación. Pero no despiertas, sientes mucho frío. Tu reflejo lanza un grito mudo, tú caes.

  TAP, TAP, TAP.

  Pero al final lo logras. Despiertas. Todo está en silencio, no hay ya ningún ruido molesto, ni raro. Fue un mal sueño, te convences de que eso fue. Prosigues con tu día, de manera normal. Agarras tu bolso, recoges tus llaves. Solo oyes los sonidos propios de un día cualquiera. Te ves en el espejo para salir a la calle. Pero algo sigue mal, tu reflejo no está. Sientes un peso en tus hombros. Y las sombras te ciegan. Logras oír ruidos de pasos y nada más. Tap, tap, tap.  

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