La soltería de las mujeres amenaza al patriarcado

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Nacer, crecer, estudiar, graduarse, trabajar, casarse y tener hijos; este es el proyecto de vida prediseñado por el sistema patriarcal, y por lo que se considerará exitosa a una persona que lo cumpla en ese orden, sea hombre o mujer, aunque dependiendo de la cultura, la nacionalidad, la raza, la etnia, la religión y el estrato social, para las mujeres pueden suprimirse las etapas 3, 4 y 5, es decir, estudiar, graduarse y trabajar, para considerarse o no exitosa.

En la concepción machista la relevancia de cada etapa tiene un significado diferente, socialmente hablando, según el género. Pues para los hombres la plenitud del éxito se basa en la realización profesional, es decir, estudiar, graduarse y trabajar. En cambio, en las mujeres esta radica en tener hijos.

Legalmente hablando, el estado civil de una persona expresa su condición en función de si tiene o no pareja y su situación legal al respecto de esto. De los cinco estados civiles que hay en Venezuela, cuatro se derivan de la presente o pasada relación de pareja que una persona tiene o pudo tener y el quinto se expresa en función de la pareja que aún no ha tenido.

Más allá de las implicaciones legales asociadas a cada estado civil, y siendo que la intención de estas líneas no es polemizar entre si es mejor o peor la vida en pareja que la soltería, hay un montón de supuestos sociales que dependen de cada uno de esos estados civiles y que establecen enormes diferencias en base al género.

En el caso de los hombres, estar solteros, divorciados o viudos es prácticamente la misma cosa y en algunos casos (para decir que hay excepciones) casados o comprometidos también. En cambio para la mujer no.

A mis 33 años de soltería he tenido que soportar cuestionamientos sobre mi sexualidad, incluyendo preguntas sobre mis preferencias sexuales o mi actividad sexual. Tal vez un hombre soltero y sin hijos después de los cincuenta deba enfrentar un cuestionamiento similar, tal vez.

También he aguantado largos sermones, comentarios, ejemplos, consejos, sugerencias y opiniones de familiares, amigos y amigas sobre la importancia y las bondades de casarse y tener hijos.

Asimismo, la exclusión de conversaciones sobre maternidad o matrimonio, e incluso de divorcios, porque yo no sé de eso, aunque todos sean expertos en soltería, como si se tratase de relaciones entre extraterrestres y no de relacionamiento humano, o como si la soltería inhabilitara a algunas personas para entender hasta las situaciones más comunes.

He tenido que lidiar con decenas de intentos de reclutamiento o sugestión para optar por la vida consagrada o religiosa.

Una de las cosas más difíciles de manejar es la expresión de lástima alentadora, esa cosa rara que comienza con lamentarse por tu soltería y termina queriéndote levantar el ánimo y darte esperanzas de que algún día podrás alcanzar la felicidad en el matrimonio y particularmente cuando seas madre, esas expresiones que no son capaces de identificar un WTF en tu rostro mientras hablan.

Pero el culmen ha sido tener que soportar chistes y ofrecimientos de mis amigos hombres, gente que me ama, desde su entendimiento del amor, y a la que amo, y quienes profundamente preocupados por mí, se han ofrecido como voluntarios por si alguna vez quiero embarazarme y para entonces sigo soltera. Por supuesto, acompañado del recordatorio del calendario y los riesgos de un embarazo a más edad.

La presión social sobre una mujer soltera, especialmente después de los 30 años de edad, y más aún sin hijos, podría condenarnos a muerte. Un descuido del consiente que abra espacios para que cualquiera de estos mensajes llegan al subconsciente puede ser devastador.

Particularmente he tenido acompañamiento y las herramientas para trabajar conmigo misma, para conocerme y reconocerme, para descubrir mis cimientos, cambiar mis preceptos y creencias fundamentales y poder evolucionar en mi empoderamiento como mujer.

Afortunadamente no me ha costado demasiado dinero, debido a circunstancias particulares de vida y de relacionamiento, poder sentirme no anormal o defectuosa por no creerme un ser incompleto debido a mi estado civil de soltera y no madre.

De otro modo, o estaría arruinada entre sesiones de psicoanálisis, autoayuda o psiquiatría, o estaría muerta (de alguna manera) o sería una infeliz depresiva.

No es de mi interés en estas líneas cuestionar la vida en pareja o la maternidad per se, sin dudas creo que esas son una opción de vida válida, podría cuestionar el modo en el que se interpretan algunas condiciones asociadas a las mismas, pero no es el tema ahora. Lo que si he de cuestionar es que se mire a la soltería de las mujeres como el estado civil por descarte, sin mérito, sin derecho a reconocimiento o como una opción de vida desencajada socialmente.

Entre los dilemas en los que me pone mi soltería también he descubierto múltiples beneficios, la independencia económica, la administración de mi tiempo, mi autonomía funcional, lograr mi propio patrimonio, dedicación a mi profesionalización, libertad de decisión sobre estos aspectos de mi vida, salir, pasear, viajar sin mayores complicaciones, tener compañía o no tenerla cuando quiera, entre otros.

Pero no se trata de una competencia o de poner en una balanza qué es mejor si estar soltera o casada, ser madre o no serlo, más bien he asumido la soltería de la mujer más allá del mero estado civil que expresa una condición legal, la asumo como una construcción social determinada mucho más por las actitudes con las que se ejercen los roles de la mujer asociados a esos estados civiles.

Pues hay roles de cuidadora o proveedora que son asignadas a las mujeres solteras sobre sus padres, madres o hermanos, en la que otros miembros de la familia casados, divorciados o viudos pero con responsabilidades de paternidad o maternidad se excusan para no asumir que intentan hacer volver a su lugar en el sistema patriarcal a las mujeres solteras..

Cuando se rompe la diferenciación en el modo en que vive una mujer soltera y el modo en que vive una mujer en cualquier otro estado civil, la soltería de las mujeres condiciona la soltería de los hombres, pues obliga a la negociación de responsabilidades en la relación de pareja, obliga al hombre a la negociación de espacios de desarrollo profesional, obliga al hombre a permitir el desarrollo educativo de las mujeres, en fin, obliga al hombre a compartir el poder.

Las solteras hemos demostrado que los hombres no son indispensables para su éxito y su desarrollo, de ahí que haya que minimizar a las solteras, satanizarlas, atacarlas y en lo posible desaparecerlas para que prevalezca el patriarcado. Las mujeres solteras van contra los estereotipos que se desprenden del rol machista que se impone a la mujer como esposa-madre, alterando el orden conocido e impulsando la aparición de nuevas formas de relacionamiento y administración de poder entre hombre y mujer.

Desaparecer la condición de maternidad como impedimento para el desarrollo laboral de las mujeres implica que no podrían ser condenadas nunca más a la privacidad del hogar, ya no habría manera de encerrarlas lejos de los espacios de poder, de los espacios donde se decide la vida de la sociedad.

Y sin maternidad ni responsabilidades de hogar, el patriarcado se queda sin argumentos para no compartir el poder, es por ello que necesita destruir a la soltería de la mujer. Pues al final lo más importante no es si criamos o no a los hijos, lo que les preocupa es tener que compartir el poder con una mujer.

Pero la amenaza que implica la soltería de la mujer al sistema patriarcal, va más allá. Pues dejando de lado la maternidad y el matrimonio (temporal o permanentemente), la mujer soltera ha podio derrumbar otros mitos sobre los cuales el patriarcado basa el modo de relacionamiento de los sexos.

Las mujeres solteras una de las primeras cosas que debimos resolver fue nuestro propio sostenimiento, ya que sin un hombre proveedor que cubra nuestras necesidades económicas de alimentación, casa y vestido, hemos saboreado las mieles de la independencia económica, condición primaria para la superación de la opresión del hombre sobre la mujer.

Un hecho que trastoca también la vida de las mujeres con otros estados civiles, pues cuestiona si los hombres son indispensables para el sostenimiento del hogar, lo que disminuye su poderío para imponer su voluntad a todo tren y cuestiona las condiciones bajo las que se establecen la relación, pues si el lugar del hombre en un hogar no es enfática y únicamente el de proveer ¿cuál es entonces?

La soltería de las mujeres, sin excusas de maternidad o tareas de cuidado del hogar, nos da tiempo para estudiar, formarnos, y participar activamente en espacios de debate en ámbitos públicos y sobre temas de interés político, económico y social, que no sería posible desde la privacidad del hogar. Lo que, pese a todos los obstáculos que aún se imponen, significa la posibilidad de ocupar espacios de poder y de ejercicio de liderazgo de las mujeres.

Luego, este proceso de empoderamiento de las mujeres, al ir desmontando los estereotipos impuestos por el sistema patriarcal, va eliminando las excusas incluso para que las mujeres casadas y con hijos, si lo desean, puedan desarrollarse personal y profesionalmente, al obligar a establecer un nuevo orden para el relacionamiento de hombres y mujeres.

Nuevo orden este que supondrá que el hombre casado viva como casado y no como soltero mientras recarga toda la responsabilidad de tener un hogar sobre su compañera, nuevo orden que implicará que el hombre padre no viva como soltero y comparta la responsabilidad de tener hijos con quien decidió formar familia, y que tanto hombre como mujer puedan tener las mismas oportunidades de desarrollo personal.

Las mujeres solteras se rebelan y reclama otro lugar en la sociedad para las mujeres en general. Pues el éxito de una mujer soltera jamás se mide por su maternidad.

Por lo que la soltería de las mujeres, más que suponer un motivo para la estigmatización social, es una oportunidad de lucha contra el sistema patriarcal que se resiste atacándola y condenándola.

La soltería de las mujeres nos pone un reto como sociedad, superar el “deber ser” que esconde el machismo y encontrar un equilibrio para lograr el bienestar de cada miembro de la sociedad, respetando el derecho de cada mujer a elegir lo que quiera hacer con su vida.


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