El descaro hecho presidente

Ahí estaba. Orondo ante las cámaras, de pie, rodeado de sus más cercanos colaboradores. El cuadro era ese.

kakistocracia

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Estaba ahí, con una figura exageradamente grande, gorda –lo más parecido a una obesidad mórbida- era él y estaba ahí. A su lado –repito-, estaban sus más fieles servidores. Estaban los que le dicen la verdad o los que viven engañándolo. No lo sé. Lo cierto, es que todos estaban ahí.

Era de tarde, era 27 de febrero y se presentaron para aspirar a más, llevó su pretensión a un nivel increíble en un país normal. No sé si decente.

En esa fotografía en movimiento se evidenciaba el desastre convertido en humanos. Eran ellos, el Gobierno de los peores. Los que desataron el drama social. Estaban allí, aspirando a más.

La reelección del presidente es un atrevimiento casi inhumano, es un acto de burla, de mofa. Presentarse para pedir más, es creer en la amnesia colectiva. Prometer prosperidad económica después de cinco años de desaciertos es un acto criminal.

Me detuve en su gordura. Una imagen que contrasta con la realidad de millones. En el país en el que ocho de cada diez venezolanos no comen completo, él engorda sin reparo. La ropa parece alargada como sábanas o cortinas. Los cachetes le hacen parecer una caricatura. Un terrible comic.

Las presidenciales nos muestran a un candidato a la reelección que representa la mentira crónica. Es un personaje que ya prometió con la Constituyente, prometió con alcaldes y gobernadores. Prometió y no cumplió.

Seguí mirando la televisión y su gordura desmedida. Pensé en los pacientes crónicos, en los que no comen, en los que emigran. Pensé y me pregunté: ¿Es posible ser el peor y seguir ganando? No encontré respuesta.

Unos minutos después se me agotó la decencia y dejé mirar. Dejé de ver, pero el descaro se me quedó en la mente. Recordé a los que aplaudían vestidos de rojo y pedían más. ¿Será esta la sentencia de muerte de los venezolanos?

Sigo pensando en la escena del 27 y me sigo preguntando, ¿Cómo es posible? Acaso están seguros y actúan sobre la idiotez colectiva.

Texto: Héctor Escandell | @hescandell
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