Crónica de lo crónico

Lo que voy a narrar a continuación, es un hecho de la vida real, tan real que me paso a mí, no me lo contaron…

Domingo 22 de enero de 2018, tras una estadía breve estadía en casa de mi madre en Caracas, Venezuela, arribe al terminal público “La Bandera”, me dirigía con destino a la población de Barinas, una escala para llegar más rápido a Mérida.

Eran las 8.00pm, aún no llaman para acudir a la pista de embarque, le preguntó a una chica que tenía un chaleco rojo que decía en su espalda “operaciones”, - ¿sucede algo con el bus que va para Barinas?-, ella me dice: -tranquilo, aún no ha llegado, cuando llegue yo aviso…-

Pasadas las 8:30pm, avisa. -“Pasajeros con destino a Barinas pasar por la puerta ocho”-. Tomo mis maletas y me dirijo al andén para subirme al autobús.

Primera sorpresa: El bus no está, enviaron una “unidad habilitada” para el traslado a Barinas. Ante la pregunta ¿Qué pasó con el bus de la empresa?... No hubo respuesta.

La unidad, un bus tradicional, sin asientos reclinables, con poco espacio para moverse. Sumado a eso, el vehículo tiene dos tipos de pasajeros, los que compramos para Barinas y los van para Guanare, es decir, dos empresas vendieron los boletos para dos destinos y solicitaron (para ahorrar supongo) un solo bus.

Luego del proceso para subirse, chequear los pasajes y colocar las maletas en su lugar, iniciamos el camino a Barinas.
Todo iba bien, en medio de lo complicado de los asientos, hasta que a eso de las 10:40pm aproximadamente, más o menos entre Caracas y Valencia, ocurre la segunda sorpresa; una piedra golpea la unidad en la parte lateral, la roca parte el vidrio de emergencia del bus.

Tercera sorpresa: la piedra impacta el rostro de un joven que iba sentada justo en el sitio del impacto. ¡Conmoción! La chica relata que, minutos antes, había cambiado a su hija de la ventana para que durmiera con su hermano en el puesto que da al pasillo.

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La foto la tomé como a la una de la madrugada en una de las paradas que hicimos durante el viaje. Foto: Héctor Cortez.

Con esta situación se generó en la unidad una suerte de angustia y caos, la gente pedía que el conductor no se frenara, que no parara, si lo hacia los delincuentes que lanzaron la piedra vendrían a robarnos.

Metros después vimos una patrulla policial, el conductor y el copiloto dijeron que iban a detener la unidad para pedir la ayuda, en eso se escucharon gritos diciendo: ¡No paren! ¡No paren! ¡¡¡Estamos en Venezuela!!!… Capaz y los policías nos terminan robando, están locos, ¡¡dale chola!!

Mientras pasamos el susto, atendíamos a la joven herida, en el bus no hay un botiquín de primeros auxilios, menos mal yo tenía una curita que mi madre me había dado y una señora tenía alcohol, la idea era curar la herida y protegerla, estaba sangrando y la joven estaba en shock.

Mientras, agarre al niño para limpiarle las esquirlas de los vidrios, tenía la cabeza y el suéter lleno de pedazos de vidrio, incluso en el rostro, gracias a Dios el chamo se quedaba tranquilo, eso ayudó a que no se lastimará con algún elemento.
Pasado unos minutos nos paramos en un puesto de control de la Guardia Nacional Bolivariana, buscando atención prioritaria, tristemente, los efectivos militares no tenían (según ellos) ni algodón para atender a la joven herida.

Seguimos recorriendo el camino y llegamos a un centro de control del cuerpo de bomberos de Tinaquillo, estado Cojedes, llega la cuarta sorpresa: los efectivos bomberiles no tenían ni agua y, de paso, desconocían la ruta para llegar al centro de salud más cercano.

Me imagino que, ni Dios lo quiera, pase una desgracia, los cuerpos de prevención y seguridad no cuentan con los primeros auxilios para atender a los heridos.

Total que, después de sietes horas y media y, tras pasar el susto nocturno, arribamos a Barinas, la joven, un poco más tranquila, se bajó del bus, agarró a sus muchachos y se retiró agradeciendo el apoyo durante la difícil situación vivida.

Esto es una breve reseña de lo que viví hace poco en mi país, una cruda realidad que nos ataca día a día y que, toca como siempre, sortear para seguir adelante.

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