Génesis y la resurrección

Una bolsa cargada de buenas intenciones bastó para que Génesis de cinco años de edad sonriera y se sintiera cómoda. Con la ropa que recibió espantó en frío que hace en estos días en tierra Wayuu.

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La pequeña vive frente al mar en las Sabanas de la Guajira venezolana. Sus padres, sus tíos, sus primas, su abuela y hasta sus hermanitos son pescadores, ella también se entrena en el oficio.

Sus casa está hecha con retazos de madera, zin y tela.

Génesis no nos esperaba, la siguiente visita debía ser en junio, para celebrar el día de los niños y niñas. Pero se nos adelantó el calendario, decidimos apresurar los donativos para el domingo de resurrección.

Quisimos hacer resucitar la esperanza, que por cierto está muy demandada en Venezuela.

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Con la alegría de Génesis y de su familia, resucitó en nuestros corazones eso que llaman “amor al prójimo” .

En nuestra cultura Wayuu Dios traduce "El Principio, el creador Maleiwa". No se nos enseñó que existe una crucifixión y luego una resurrección, pero en todo corazón humano hay espacio para la solidaridad. Este sentimiento trasciende credo, religión o pertenencia a algún pueblo indígena.

Emiliano mi sobrino, el de piel tostada, buscó uno de sus pantalones y lo donó. Greilen, su hermanita se sintió feliz regalando uno de sus vestidos y así todos en la casa nos desprendimos de alguna ropa favorita.

Jeanette una médico pediatra Alijuna (No Wayuu) escuchó nombrar a los niños de las Sabanas de la Guajira y preparó su caja llena de ropa.

Mi hermana menor, la que se fue a buscar nuevos rumbos en otro país, junto a sus amigas también enviaron trajes y calzados para los niños.

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El detalle de lo que se entregó es insignificante comparado con el “milagro de compartir”. El milagro que hace resucitar la fe en las personas.

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Ver sonreír a Génesis, a Yoandris, o a cualquiera de la comunidad es resucitar a la alegría.
Ver a Eduardo, el pescador con más edad en el sector, hacer un gesto de agradecimiento con una palmada en la espalda de los que asistimos te hace querer resucitar todos los días y agradecer al espíritu de Pala (El Mar) y a la tierra por hacernos hermanos llenos de bondad.

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Ver que los niños se sentían cálidos, con su piel vestida es como renacer a la esperanza de un mejor mañana con más equidad y justicia para todos

Ver que los niños cambiaban sus calzados, gastados por la acción de la salinidad, o simplemente observar cómo gustosos colocaban en sus pies un zapato donde antes no lo había, te hace querer ser cristiano.

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Ellos siempre nos hacen sentir resucitados. Ellos nos motivaron a querer ser de esas personas que siguen las huellas de Jesucristo, caminando agarrados de la mano.

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Y para los que vivimos la espiritualidad desde un concepción indígena, los habitantes de la Sabanas de la Guajira nos recordaron que todos somos hijos de la tierra y de la lluvia y que nos debemos a un creador que nos llama a ser solidarios, justos y bondadosos.

Gracias a ustedes pobladores de la Sabana, porque con su alegría nosotros recibimos más que ustedes de nosotros. Gracias por hacernos resucitar.

Fotografías: Glenyis Sencial
Camara: Samsung Galaxy J2 prime

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