Jonás Delmundo, el desterrado de la Tierra

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Jonás, un caminante de esos a los cuales un par de zapatos de vida le duran tan solo un año o quizás dos como para caminar en sendas por los cuales solo los intrépidos se animan caminar.

La juventud de su alma lo llevó a Jonás a desterrarse para vivir múltiples aventuras recorriendo un mundo entero, apareciendo en los lugares más insólitos jamás imaginados por los mejores escritores de libros y poemas.
Algunos sitios llenos de magia, con hermosos paisajes y otros no tan lindos, grises y fríos.
A pesar de que cada lugar tenía lo suyo propio, Jonás tenía la particularidad de brillar como un fueguito, llevando alegría y tranquilidad a tanta gente en el momento exacto.
Involucrándose con la gente del lugar, llevándose grandes amistades en el corazón y dejando la marca de su recuerdo donde la gente de ánima baja lo ha rechazado.

Aventuras llenas de acción y descubrimiento, dignas de una película o de una serie de libros.
Sonrisas, tristeza, adioses y bienvenidas hacían de este personaje un ejemplar con múltiples rumbos a la espera de encontrar un sitio donde descansar, soñar, imaginar, sentir y construir algo maravilloso.
Agradables compañías, gente de buen corazón que se le acercaba a ayudarle en los momentos más críticos y amigos desinteresados con los cuales pasar interminables veladas de historias y júbilo.

Pero Jonás contaba con un defecto que le causaba un eterno padecer y a pesar de que su alma era tan grande como para cubrir el mundo entero con su sonrisa, cuando la melancolía y la soledad golpeaban las puertas de su mente, reclamando cosas que no son de ellas; siempre salía a la luz esa maldición que la vida le había colocado en su camino.
Ser un alma solitaria y errante, caminando por un mundo entero plagado de complejos y problemas. Un mundo donde la sencillez y la pureza del alma son difíciles de encontrar.
El poseía un mundo entero para él, aún así teniendo a su propio mundo dividido en varias partecitas dispersas en kilometros y kilometros entre varios países.
Su corazón en Argentina; donde su familia querida, amigos de esos que dan la vida por uno y sus recuerdos de infancia.
La pasión de su conocimiento allá perdida por Italia, flotando entre los canales Venecianos, esquivando góndolas a punto de ahogarse; con la paz de la vieja Gorizia por las noches de verano y el quieto mar del golfo Triestino.
Un castillo favorito escondido en algún bosque Esloveno y su montaña favorita desde donde tantas veces puso silencio a los gritos de su inquietud al contemplar cientos de atardeceres.
Y la ermitaña añoranza de encontrar tranquilidad eterna en Dolenjska.
La extensa y verde llanura Lituana que le recordaba en primavera a la Pampeana inmensidad de su Buenos Aires querido y el castillo de Trakai por las noches, flotando inalcanzable sobre la obscuridad del lago.
Los pinos mediterráneos que crecen en medio de una aridez increíble en la costa Croata y el azul-turquesa de sus playas favoritas.
Así como también las pequeñas callejuelas de Vilnius, anaranjadas por las noches, donde aún resuena el eco de sus pasos yendo a pasear junto a su vida por el parque Bernardín.
La paz y el silencio de las callecitas empedradas de Colonia del Sacramento, plagadas de antiguas casitas coloniales de multiples colores; y la barranca desde donde se contemplan las más coloridas puestas del sol en América del Sur.
La blanca arena de las playas y la sonrisa del pueblo Brasilero que siempre lo esperarán con los brazos abiertos.
Las elegantes y frías calles de Riga por la noche, que de día vé opacado su ostentoso encanto nocturno en medio de una gris neblina de edificios socialistas.
Las interminables rutas Polacas, saturadas del olor y el humo del aceite que las casas queman en invierno, la obscuridad nocturna y absoluta en el alma al saber que se está bien solo lejos de casa y de cualquier ser querido, detenido frente a una negruzca ruina bañada por la molesta lluvia.
El salado murmullo del mar y la algarabía de las fiestas Catalanas en las noches de San Juan y San Jordi en Castelldefels.
El pequeño y romántico mercado navideño en Avignon, a tan sólo pasos de esa mezcla de medievalismo frío con revolución afrancesada que aún hace eco entre los pasillos de su palacio gótico.
La majestuosidad de los palacios Checos, Praga y su olvidada grandeza, Krumlov y su bello pueblito en donde desde casi cada recoveco se puede ver la monstruosa fortaleza.
La añorada y distante Suiza, la pomposa Austria, la seria Alemania, la lejana y solitaria Estonia y también la extraña Noruega a la que no volverá jamás.

Qué mundo que tiene Jonás! A pesar de que con la voluntad de su corazón podría abrazar a todo el mundo que quiere; el mundo y su inmensidad lo llevan a caminar y caminar y caminar en búsqueda de reunir a toda su gente amada y a todos los lugares en un sólo lugar.
Desterrarse y vagar por la Tierra en la búsqueda de algo maravilloso y puro.

Una familia ansiando su retorno; amigos de aquí que no quieren que jamás se vaya, amigos de allá que quieren que vuelva para siempre y la eterna búsqueda de ese verdadero amor que lo espera quien sabe donde y quien sabe cuando.
Esa carga que Jonás tan bien sabe disimular y ocultar al mundo con su sonrisa y la tranquilidad de su voz. Que daría el mundo entero por quitársela de encima, para tener al mismo tiempo a toda su gente querida y a todos los lugares bellos del mundo en un único lugar, su corazón para admirarlos a todos juntos.
Esa pesada pregunta que Jonás se pregunta cada día al despertar:

Jonás... ¿Porqué?
¿Cómo se puede ser una persona tan dividida en el mundo?

JPM

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