Paraguas. Relato

Hola querida comunidad de Steemit:

La idea del relato que leerán a continuación la tuve el lunes pasado cuando caminaba de regreso a mi casa. El cielo estaba nublado y temía mojarme. Por lo general me gusta la lluvia pero sólo si estoy en mi casa. Si llueve y estoy en algún otro sitio -y de paso no tengo transporte- me siento atrapada hasta que escampe.

Paraguas

Si existe un objeto que juré jamás comprar es un paraguas. Menos aún si -cuando llegara a adulto- continuaba viviendo en mi ciudad natal, un lugar donde cuando llueve , las gotas caen de lado y de abajo hacia arriba.
Un día, al salir de clases vi que llovía a cántaros. Desde la entrada de la escuela -de donde nos sacaron porque ya era hora de irnos aunque el cielo se estuviese cayendo sobre nuestras cabezas- divisé a mi hermana mayor acercarse poco a poco, caminando, con sus menudas piernas que daban pasos cortos, bajo un enorme paraguas (enorme el paraguas o pequeñita la figura de mi hermana). En ese momento, sentí una brisa muy fuerte que hizo que todos nos mojáramos, a pesar de estar bajo techo, y que invirtió el paraguas que mi hermanita aún sujetaba con sus delgadas manos.

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Aquel objeto perdió su forma y su utilidad ante la fuerza de aquella inesperada ventolera que -me contó luego mi hermana- podía levantar del suelo a quien en ese momento sostuviera un objeto con la capacidad de atajar el viento.
Yo no la vi elevarse quizás porque mis ojos miraban aquella maraña de tela negra y alambres en que se había convertido el paraguas que instantes atrás protegía de la lluvia a mi hermanita. Los eventos de ese día vienen a mi memoria cada vez que siento la tentación de comprar un paraguas.
Sin embargo, no he podido rechazar el préstamo de estos objetos. En más de una ocasión, cuando la lluvia me sorprende en la casa de algún conocido, al llegar la hora de partir, el ofrecimiento es casi una obligación. "No tienes paraguas. Llévate este que dejó mi mamá hace unos días." -me dijo con sincera bondad una amiga. "No, ya llovió lo que iba a llover". -rechacé lo más amable que pude. "Va a seguir lloviendo y los remedios están muy caros. No te mojes". -insistió mi dulce amiga y me puso el paraguas en las manos. Yo miraba hacia el cielo buscando una señal de que el temporal había cesado. Pero yo no sé leer esas señales.

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Después de una visita que hice a casa de mi madre un 2 de noviembre, ella me dijo: "Llévate un paraguas pues siempre llueve el día de los Santos Difuntos y no ha parado de tronar. Esas nubes son de lluvia." Como mi madre es muy buena con los pronósticos, de inmediato acepté el ofrecimiento.
El 24 de junio del año pasado, mi hija me acercó en su carro a casa de unos amigos donde teníamos una reunión de trabajo. Unas nubes negras opacaban el sol de las tres de la tarde que, en mi cuidad de toda la vida, es normalmente enceguecedor. "Llévate mi paraguas. Hoy seguro llueve porque es día de San Juan." "¿Qué sabes tú de esas cosas?". Me burlé para rehuir su ofrecimiento pero motivado por mi temor a andar con un paraguas. "Todos los años llueve el día de San Juan". -sentenció y me puso el odiado objeto en las manos.
De este modo he ido colgando, uno tras otro, en mi closet - como amigos que han llegado para auxiliarme en los momentos puntuales de peligro o necesidad - los paraguas que he recibido en préstamo y que jamás he devuelto porque no me gusta llevar esos objetos a ningún lado y, menos aún, usarlos bajo la lluvia.

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Gracias por leer

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