Milan Kundera y la responsabilidad de la ignorancia.

Uno de mis escritores favoritos

Me gustan varios géneros literarios e intento leer de todo un poco. Sin embargo, en los últimos años he notado que disfruto más la narrativa que invita a la reflexión y ese es precisamente uno de los aspectos que más disfruto de las obras de Milan Kundera: la dimensión filosófica que da a todas sus historias. Una escena, un personaje, incluso las más breves de sus frases, brindan material suficiente para extensos análisis e interesantes debates.

Al igual que hace unas semanas atrás, la frase y la reflexión de hoy las extraje de su novela más famosa, La insoportable levedad del ser. En una parte del libro, el narrador reflexiona sobre los regímenes comunistas de Europa central durante el siglo XX. Respecto a ellos, dice que aunque muchas personas creyeron que eran producto de seres criminales, en realidad fueron creados por entusiastas que estaban convencidos de haber descubierto un camino al Edén, una utopía tan largamente perseguida. La historia se encargó de demostrar que ese paraíso no existía y que aquellos llamados a conducir a sus países a un futuro maravilloso, no eran más que asesinos autoritarios. En ese momento, aquellos que habían promovido y defendido los ideales comunistas dijeron, en palabras de Kundera, "¡No sabíamos! ¡Hemos sido engañados! ¡Creíamos de buena fe! ¡En lo más profundo de nuestra alma, somos inocentes!". Eso condujo a la siguiente interrogante: ¿en verdad no sabían? ¿o sólo aparentaban no saber?
Pero para el escritor checo, esas preguntas, de por sí ya bastantes filosas, no son el meollo del asunto, porque quizás sí hubo quienes sabían y otros que ignoraban completamente lo que ocurría debajo de la fantasía comunista. La cuestión fundamental no es entonces si sabían o no, sino, y he aquí el núcleo de la reflexión de hoy:

"¿Es inocente el hombre cuando no sabe?, ¿un idiota que ocupa el trono está libre de toda culpa sólo por ser idiota?"

Pensemos en un mandatario, algún presidente de cualquier país que, tras descubrirse los crímenes atroces que miembros de su partido han perpetrado durante años bajo el amparo de su poder y abusando de su autoridad, expresa "Soy inocente, no lo sabía." ¿Que acaso no es su responsabilidad saber? ¿o su ignorancia lo exime completamente de culpa? Los miles y miles de miembros del partido Nazi que apoyaron a Adolf Hitler a conseguir el poder, que defendieron sus ideas, que creyeron en él, ¿no son culpables también del holocausto? Si el racismo era el eje central de la ideología del partido, ¿los crímenes cometidos en su nombre no eran una consecuencia lógica o al menos posible? ¿qué se puede decir de sus seguidores, entonces? ¿y de los miembros de su gabinete? ¿de sus oficiales? Muchos no lo sabían, es cierto, pero esa no es la cuestión fundamental, como dice Kundera, sino la actitud que tomaron al enterarse. La mayoría, casi todos, optaron por hacer un disclaimer (término anglosajón que representa una declaración de elusión o limitación de responsabilidad), para librarse de culpa, para lavarse las manos, reconociendo con su comportamiento que compartían, al menos de palabra, lo atroz del genocidio del cual era responsable el Estado alemán. Pero, ¿nadie se sintió culpable? ¿ni siquiera un poquito culpable? ¿no tenían por qué hacerlo?

En La insoportable levedad del ser, Tomás, un personaje, recuerda entonces la historia de Edipo, el rey mítico de Tebas, hijo de Layo y Yocasta que, sin saberlo y cumpliendo una profecía del oráculo, mató a su propio padre y desposó a su madre. Su historia es bastante conocida: cuando Edipo nació, Layo, su padre y rey de Tebas, lo entregó a un pastor para que lo abandonara y el niño muriese, intentando burlar la profecía según la cual su hijo lo mataría; pero otros pastores lo recogieron y lo entregaron al rey de Corinto. Años más tarde, Edipo visita el oráculo de Delfos y ve confirmada su profecía, razón por la cual huye de Corinto (de quienes creía que eran sus padres). En el camino se encuentra con Layo y lo asesina en una disputa. Más tarde, después de derrotar a la esfinge y ser nombrado salvador de Tebas, se casa con la viuda de Layo, Yocasta, su propia madre, y tiene cuatro hijos. Edipo no sabía que Layo era su padre cuando lo asesinó. Tampoco sabía que Yocasta era su madre cuando la desposó. Y sin embargo, cuando se enteró, cuando supo quiénes eran en realidad, no dijo "Soy inocente, no lo sabía". ¿Qué hizo Edipo? se perforó los ojos y se marchó, ciego, de Tebas.

No se trata de que los seguidores del partido Nazi, o de los regímenes comunistas de Europa del este y central, o de la dictadura cubana, o el mal llamado socialismo del siglo XXI, se arranquen los ojos. Lo contrario: que los abran y vean. Edipo actuó sin saber, pero cuando supo no se sintió inocente y allí radica la gran diferencia, el núcleo del asunto. Hay una máxima del derecho que dice "el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento", ¿no debería aplicarse lo mismo en estos casos? Quien apoya, promueve y defiende a un individuo (o a varios) que luego comete actos criminales, no puede declararse inocente, ¿ignorante? Sí; ¿ingenuo? Quizás; ¿pero inocente? ¿libre de toda culpa? ¿no es acaso co-responsable de los actos cometidos por aquel en quien depositó su confianza? ¿no es acaso responsable también en la ignorancia? Es más, ¿no es precisamente esa ignorancia un motivo para sentir culpa? ¿Qué opinan ustedes? Los leo en los comentarios.

Reseñado por @cristiancaicedo



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