En blanco y negro

Pensaba en el vacío mientras lo esperaba, en un principio el vacío es una sensación que amenaza en medio del silencio, me alienaba con la nada, para no adquirir patrones decadentes de la sociedad, y pensé en mis decadencias por eso, luego de un rato, podrían haber transcurrido quince minutos o sólo segundos, el viento me daba en el rostro y encendí un tercer cigarrillo, con una canción de fondo que se repetía, era caótico, así fui odiando la canción de fondo y de a poco mi existencia, este tejado, ya no es tan cómodo ahora que no quiero estar sola, no sabe que lo espero y no se lo diré, recuerdo sus pupilas dilatadas, sus ojos almendra, que parecen el reflejo de mucho tiempo, de miles de años, relatando millones de historias codificadas, y nada tiene sentido, o al menos ahora no lo comprendo, pero… ¿Algún día comprenderé? quisiera volver a ese día, el vacío afecta un poco más cuando uno está consciente, se repite la canción y colapso, arrojo el móvil, me arrepiento, me arrepiento de todos los domingos en los que reviví mis traumas, y dejé volar las horas tumbada sobre el piso frío, detesto esos otros días que parecían domingos también, esas ansias absurdas de querer volar, no tengo como justo ahora. Es irónico como se flota en medio de la nada pero no se vuela, tengo sed, tengo sueño, estoy inconforme.

Los recuerdos si son en blanco y negro, al menos los míos, el columpio, las risas de otros niños, mi confusión, rota a los cinco años, el tío Damian tocándome, forzándome a hacerle sexo oral mientras afuera todos bailan o discuten sobre la atorrante música, malditos sean todos, todos, porque no me da la gana de pensar en inocentes o excusar a nadie, ya no, incluso yo, soy un ser despreciable, transiciones, se mezclan los recuerdos, sí, en blanco y negro, él no llega, yo no acabo de irme, repito que, estar consciente es sumamente doloroso, más con esas cadenas, más aún atrofiada, andar sin brújula, ser una contradicción ambulante, encontrar un hogar en los brazos de un extranjero, no ser parte de ese lugar, no poder habitarlo, ni siquiera invadirlo, alguien dígale que venga, que lo estoy esperando, yo no puedo, que de ningún modo he de afectarle si no lo desea, pero que me abrace una vez más, que sus manos sobre mi cabello han sido el primer gesto que consideré una caricia y que estuvo bien, que se convierta en un recuerdo a color, y no en esa flor pálida de mis pesadillas, en medio de un paisaje gris, sobre la flor se detiene un cuervo, que se transforma en un demonio, y la flor se enciende en llamas, en blanco y negro, despierto agitada y quiero una tregua, fuego a color, paisaje a color, yo a color, ya no quiero esos colores fríos. Necesito la luz de sus ojos almendra una última vez, un recuerdo a color, para compensar la vida que he tenido, el tránsito en la calle, el tráfico en mi corriente sanguínea, para despertar sin esto de tener tanto frío en pleno verano, y con la capacidad de no estar atada a estos malditos cigarrillos, y a este abrigo gris gastado, comido por el tiempo, por generaciones de linajes desgraciados, contemplaré la luz de una vela a mitad de la noche, en medio del cuarto, luego de quitarme la ropa, sobre todo este maldito pantalón que tanto me pesó todo el día, tampoco me dejan ver las estrellas, posiblemente, como tantas otras veces, luego de que todos se duerman, escaparé por la ventana.

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