Escribo tras bastidores, me gusta ser concurrente,
ver al dramático en la tablas bajo los cuerpos celestes,
hay quien dice que la trama es un paseo por el muelle,
depende de los colores de los cristales del lente.

En este cuento los héroes no tienen superpoderes,
pero tienen sus valores que es muchos más importante,
son esos padres honrados que eligieron el criarte,
envés de cortar de fuente el helecho vivo en su vientre.

Ya no soy ese pequeño fantaseando con ser grande,
el traidor en el espejo es quien no quise ser antes,
a veces soy el infame disfrazado de cordero,
pero sigo siendo el mismo el tiempo no logró cambiarme.

Todo para este momento y al final te acobardaste,
arrojaste la toalla antes de tu gran escena,
piensas que ya no hay remedio ni herida que el tiempo sane,
pero se abre una ventana cada que una puerta cierra.

Mi vida es como un sainete valenciano,
ella ríe con descaro, yo me río de su risa contagiosa,
hacemos un tenderete de temores y pecados,
viendo que por la ventana la vida nos abandona.

Suele ser mejor callarnos y hacer de la vista gorda,
al ver que los rieles fallan y el casco se desmorona,
ignorando cuan dañada y al margen una persona,
ignorando que haces daño incluso a quienes valoras.

Los mejores ratos fueron los inesperados,
quisiera se repitiera todo lo compartido,
seguro ni lo recuerdas pero nunca te he olvidado,
la vida sin los que amamos es un teatro vacío.

Se que todos los caminos nos conducen a la nada,
y no en todos los finales hay fuegos artificiales,
daré mi mejor presente para cuando el telón baje,
las palmadas de los míos retumben toda la sala.

Fin.

Hasta la próxima entrada, paz.