«Imbunche» [microrrelato de suspenso]

El Imbunche es una criatura de la mitología mapuche que me permito utilizar con licencias para fines de la ficción.
Si te gustó este microrrelato, ¡déjame saberlo!

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Fuente

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La madre suelta alaridos de rabia cuando le arrancan a su primogénito del pecho. Unos brazos la sostienen y la obligan a permanecer en la cama. El bebé, ciego y sordo, recibe su primera lección sobre el dolor: es lo opuesto al calor y al confort del pecho materno, es la desgarradura. Transportado en el regazo de su captor, solo cuenta con su olfato para reconocer el mundo que lo rodea... y huele a peligro por todas partes.

El captor deposita al recién nacido en la piedra ritual y toma el martillo. Una descarga directa sobre la pierna izquierda, una fractura limpia. El hematoma brota casi de inmediato en la piel del pequeño, quien tose entre llantos que nadie pretende calmar. Ahora viene la parte más complicada. El hombre busca la ayuda de sus compañeros, que se reparten las tareas. Unos murmuran los conjuros, otros preparan el ungüento que sellará el destino de la criatura.

La torcedura deforma la cadera del bebé. La flexibilidad de sus extremidades permite que el pie pueda ser llevado hasta detrás de su cabeza, donde se fija con un clavo puesto en un punto no fatal. Están a mitad de camino y el niño resuella, bajo los párpados se forman las marcas de las lágrimas secas. En la mano del hombre brilla un cuchillo, con un par de dedos abre la boca del infante, que se retuerce en vano. No hay ángel de la guarda que lo prevenga del mal que se derrama sobre él. Y ahora, con la lengua partida en dos, las serpientes serán sus únicas intérpretes. No aprenderá a rezar ni habrá lugar en el cielo para sus ruegos. Sin que tenga consciencia de ello, lo han alejado para siempre de Dios.

Levantando los palos al son del cántico, el captor y sus compañeros arremeten contra la cabeza del niño. Una parte del rostro se hunde de forma irremediable. Ya solo falta el ungüento, que aplican por encima de la espalda hasta ver crecer una costra verdosa cubierta de vellos gruesos.

El éxtasis surca los rostros de los brujos: su cueva tiene un nuevo guardián.

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