Maduro. Razón inequívoca que explica su talante dictatorial

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La calidad de la formación humanística, científica y tecnológica que a lo largo del tiempo viene registrando el estamento militar venezolano es, sin duda, baja, deficitaria, gruesa. Ello está asociado a múltiples factores. Probablemente esté significativamente presente en esta realidad, el hecho de que buena parte de los jóvenes que acceden a las escuelas de formación de la oficialidad, provienen de familias cuyos accesos a la cultura en los segmentos recién referidos son exiguos, muy exiguos.
Observar a un coronel o a un general, organizando ideas para expresarlas en público, resulta demasiado a menudo un paisaje discursivo verdaderamente triste; a veces, vergonzoso. Es así en la forma y en el fondo.
Una hecatombe en la opinión pública desata la aparición que en escena política hace Hugo Chávez a principios de los '90, cuando exhibe en sus discursos tanto consistencia (tributo a la materia que trataba) como coherencia (tributo a lo lógico). Una hecatombre por, más que todo, lo inusual que resultaba ver un militar hablando con los recién aludidos atributos.
Imaginen el tipo de formación que el pobre Hugo recibió en el aspecto que luego lo hizo políticamente famoso que en una ocasión ubicada a comienzos de su primer gobierno, se le ocurre expresar públicamente que estaba estudiando con tesón, las ideas socialistas; el modelo socialista de desarrollo; las experiencias soviética, cubana, en fin. Ah... pero las estudiaba a través de un libro cuyo cuerpo físico mostró en la televisión, con un ingenuo orgullo. No se trataba de un texto sesudo, clásico; no. No se trataba de obras de los venezolanos que hicieron historia en tales lides, como Núñez Tenorio, Ludovico Silva y otros; no. Se trataba, sin más, de un enorme (y hasta lujoso) ejemplar de una enciclopedia de ésas que en los '70 y '80 vendían (a crédito) en el contexto de la clase media hispanoamericana, grandes editoriales como Glorier, Salvat, Plaza & Janes, etc. Claro, no eran libros mediocres, pero para el caso de un jefe de Estado con a la sazón veleidades comunistas, no constituían las deseables apoyaturas documentales de formación politológica.
Ocurre que fue ese culturalmente turulato líder venezolano de inicios del siglo XXI, el que dirigió con vehemencia el proceso de gestación de una constitución nacional trazando en ello, ¡quizá sin advertirlo!, una clara factura democrática y liberal. No una carta magna unipartidista y comunista estado-céntrica. Reiteramos... una Constitución Nacional democrática y liberal.
En tal Constitución son claros elementos como la elección abierta, libre, plural, directa, universal y secreta; también, la institucionalidad de un Parlamento (la Asamblea Nacional) que, además de su función genésica de legistar, debe ejercer velación por el cumplimiento de la ley y abrir su seno para que el Presidente de la República se juramente en acto supremo.
Fallecido Hugo en 2013 y habida cuenta el insolente acto suyo de hacer de Nicolás Maduro el heredero del poder, se halla éste con un 2015 de sorpresas no gratas. La votación popular hace de la oposición al gobierno, una considerable mayoría.
Acto seguido, el gobierno madurista argumenta que hubo irregularidades en el proceso electoral de una de las entidades federales de menor población (el Estado Amazonas); por lo cual invoca que se abra un proceso judicial de cara a subsanar el asunto. Teniendo el Tribunal Supremo de Justicia sesgado visceralmente a su favor, el gobierno establece adrede un limbo jurídico que, a final de cuentas, desactiva la Asamblea Nacional. No satisfecho por tal acto de pillería política, el gobierno crea un parlamento paralelo (una tal "Asamblea Nacional Constituyente") el cual asume espúriamente las funciones propias del Parlamento legítimo.
Tal "Asamblea Nacional Constituyente", integrada totalmente por seguidores de Maduro, de seguido organiza una suerte de parapeto electoral que le da una dizque victoria, todo por lo cual él se da por re-elegido. Así, 6 años más de su pésimo y hambreador gobierno, están inscritos en sus intenciones dictatoriales.
A todas éstas, el limbo continúa su claroscura marcha... Jamás el tal Tribunal Supremo de Justicia ha dado muestras de desatar los nudos que el poder madurista armó sin escrúpulo alguno.
El dilematismo sigue, sigue y sigue, mientras la ilegítma Asamblea Nacional Constituyente paga y se da el vuelto, garantizándole a Maduro la limosna de 6 años adicionales de mandato.
¡Una dictadura!
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Fuente de las imágenes:
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