Soltar para renacer.

En el mundo de hoy, sobre todo en las ciudades, las prisas y la tecnología nos hacen a veces olvidar en qué momento del ciclo anual nos encontramos. Sin embargo, para abrirnos a la armonía del mundo es esencial conectar con los ritmos de la naturaleza; percibir los cambios y los ciclos, en el macrocosmos y en el microcosmos de nuestro interior; sentir cómo se manifiestan el transcurrir de los días, noches y estaciones.
La metamorfosis del mundo nos cambia también a nosotros. Con el paso de las estaciones no solamente cambia la naturaleza que nos rodea, también se transforma nuestra existencia, que sintoniza con nuevos ritmos de luz y oscuridad, de calor y frío, cambios en la humedad y en los vientos que renuevan el aire, cambios de actividad en los ciclos del agua, flora, fauna y cielos. otoño.jpegEn otoño, caen las hojas de manera tranquila y dulce ofreciendo un espectáculo en Europa, en el este de Asia y en el este de Norteamérica. El verde del verano se transforma en rojo, oro, amarillo, luz cálida sobre la tierra que se enfría. Las puestas de sol son más largas que en verano. Por eso el otoño nos regala un festival de cielos rojizos, reflejo de los tonos cálidos que cubren primero las hojas de los árboles y luego el suelo, para convertirse en fértil humus del que volverá a brotar la vida.
Según el Buda, “nuestra existencia es tan transitoria como las nubes del otoño”. Liberarnos de la codicia y de los deseos que nos encadenan es una de las claves.

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