Mira al cielo, le roba al sol sus ojos amarillentos, cuando pasa volando el murciélago, le quita un trozo de negro para ponerse cabello.
Le falta la nariz, así que la dibuja con un lápiz que pasa por ahí, exagera en su grosor, ha quedado muy narizon.
Un pájaro lo eleva y le regala una cuerda, para que vuele como globo, para que recorra el mundo con su agraciado rostro.