El mundo es un collage. Entiéndase como un axioma, es decir: verdad irrefutable. Es innecesaria, equivocada, la acción de ubicarlo solo como técnica artística nacida al calor del dadá y el surrealismo.
La superposición de imágenes es un recurso de la ordenación del universo. No obedece a leyes inventadas por la mente sino a la geometría en la cual la vida misma se ordena. Ojo: aquí lo “ordenado” no obedece a lo que entendemos por “orden”.
Estas afirmaciones son una forma de manifestar una idea fuera del pragmatismo conceptual. El mundo es un collage. La aglomeración de imágenes, cascada incesante de la imaginación no supone una naturaleza de apéndice de lo social. La superposición de símbolos, la constelación, ha estado siempre.
La poesía, la música, o la danza, suponen una combinación. De imágenes más que palabras, sonidos o movimientos. El paisaje mismo es sujeto tras sujeto sumados para ser vividos-observados. Y eso es apenas en estos sencillos ejemplos de lo “artístico”.
¿Por qué las comillas? Lo dicho no supone ubicar lo creativo, la expresión en el entendido de la tradición occidental. Es una forma de distinguir más que distanciar, la distinción como categoría, pues más que “alejar” pretende la interrogación sobre una forma de llamar a un objeto que se cree manipulado cuando es al revés: la obra creativa posee al creador no al contrario.
De modo que el collage nos ha tenido siempre en sus manos, los eternos ingenuos que pretendemos ordenarlo y así, categorizar las mixturas que cada sujeto, pueblo y cultura ha tomado del orden que le rodea, o mejor dicho: de un caos que lo constituye y éste le da forma. Desde el ritual hasta la convivencia cotidiana.
Se dice del collage que es espontáneo, caótico; ejercicio azaroso para quienes no están contentos con las herramientas que proveen la posibilidad de representar. El collage ha dado tanto porque dice más del paisaje que lo dicho sobre el llamado “paisaje”, este último se ha querido considerar foto fija: y no, la realidad no admite fotos fijas puesto que está pletórica de vida: imagética, móvil, sónica.
Decir del collage que es una técnica artística y encerrarlo en un contexto histórico-social determinado es imponerle límites. Categorizarlo en líneas con principio, desarrollo y fin no tiene sentido. Repito: es limitar sus posibilidades, mejor dicho: es limitar las posibilidades de sus realizadores, puesto que el collage es siempre autónomo.
El mundo es un collage. Y la realidad nos lo recuerda en el mundo de los sueños, del pensamiento. Su presencia nos arroja, tanto al mundo exterior como al interior, al reino de la imagen, sus dominios.
