El Gallo, la Gallina y Yo

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Hola amigos Steemianos, les traigo una sorpresa. Les cuento que solo soy Fotógrafo no Escritor, pues hoy combino relato con fotografía.

El Gallo, La Gallina y Yo

Tendría 8 años para el entonces, en mi casa existía una cuerda de gallos perteneciente a mí Padrino, hoy fallecido. Eran gallos provenientes de Cuba, Las Canarias, Puerto Rico y desde luego criollos, muy criollos y muy buenos; zambos, giros, javaos y cenizos los que logré conocer, más por la belleza del animal, la fuerza y velocidad para disparar sus letales espuelas que por aprender la astucia del jugador de gallos. Nunca supe de estrategias ni entender nada de lo que tiene que ver con apuestas.

Eran las 2 pm, hacía la siesta, me levanté un poco aturdido por el sueño y me largué hacia el patio, sitio que visitaba con frecuencia, lugar de observación de mis apreciados animales. El paso fue lento, no logré conseguir un alma en el camino hacia mi gallera, pero mi sorpresa fué mayúscula: uno de los gallos, quizás mi favorito por su condición de tuerto y portorriqueño para más seña, se enfrentaba a picotazos con una gallina que estaba al otro lado de la pared, una pared de bahareque (adobe) con un pequeño hueco por donde el tuerto fué capaz de darle un certero espuelazo. En ese instante procedo a recogerlo por la cola y el gallo sin ver hacia atrás, puesto que su giro fue del mismo lado de su ojo tuerto, me lanzó 4 espuelazos con la misma velocidad y potencia con que yo lo observaba a menudo en sus previos careos. Uno encajó en el vértice entre nariz y cejas (aún conservo la marca) otro, a cada lado de la mejilla y sobre todo el más certero de los cuatro, a pocos milímetros de la cien.

Por otro lado, la gallina zapaleteaba en el patio de la otra casa con la notable queja por parte del dueño sobre el abuso del gallo contra su pobre animal que era la única que producía los huevos por la mañana. Un vecino, mas huracanado que el viento, se acercó a la vivienda al escuchar los gritos desesperados de mi madre; observó un río de sangre del mismo color de la poca cresta del gallo tuerto y con los nervios de punta, -según dijo posteriormente- me cargo a su camioneta Ford, casi de madera ella y entre apagarse y encenderse logró finalmente llegar al Hospital de niños. Fuí atendido con todos los rigores de urgencia que ameritaba el caso, una expresión del médico fue suficiente para que mi madre sufriera un desvaído, “un milímetro más a la izquierda y este niño ya no existiera en vida”.

Valores Fotográficos

  • Cámara: Eos 7D
  • Velocidad: 1/125seg.
  • Apertura: f/8 manual - Lente Minolta MD ROKKOR 28mm con
    convertidor fotodiox pro MD-Eos
  • ISO: 100

Por @billo

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