El aguacero que todo niño cubano debería tener.

Yo no sé si es el primer aguacero de mayo, de junio o de julio el que trae agua bendita. Lo que sí sé es que todavía, a estas alturas, trato de no perderme ninguno.
Bañarse en los aguaceros y más que bañarse, correr, siempre fue una práctica habitual en verano cuando era niño. No era para todos, algunos debían guarecerse de la lluvia para no enfermar. Lo contradictorio era que quienes se empapaban eran los más sanos.
En una ocasión, una de tantas, abrieron unos huecos en la calle para cambiar las tuberías del agua. Uno de esos hoyos era tan extenso, que al llenarse con el agua de la lluvia se convirtió en una piscina artificial. El estanque estaba hasta el borde de agua colorada por la tierra en su interior, pero eso en aquel entonces era lo de menos. Con no abrir los ojos bajo el agua ni tirarse al clavado era suficiente para que fuera una actividad segura. Gozando estábamos con nuestro nuevo pasatiempo, hasta que la mamá de uno llegó dando gritos.
-Pero y eso que eeeees? No ven que le entran bichos, se van a llenar de parásitos (sinceramente no creo que en aquel momento pudieran resistirse a los que ya habitaban nuestro interior, pero como buenos muchachos obedecimos)
Menos mal que no pasó aquellos días en los que nos arrimábamos a los carros y les pedíamos que aceleraran para que toda el agua del pavimento nos rebotara en el cuerpo. Eso sí era un baño de churre realmente disfrutable.
La otra escena que no olvido de un aguacero era la de deslizarse en un pasillo, principalmente con la zona abdominal. Suelo de lozas, por supuesto, resbaladizo. Tanta fue la maestría adquirida que retaba a cualquiera en metros recorridos y velocidad alcanzada. Mi abdomen, mucho más plano y rígido cuando aquello, era la patineta perfecta para desplazarse por el suelo mojado. Aquella "habilidad" llevaba otra destreza, la de frenar a tiempo. Más de uno no midió bien y rodó al final del recorrido escaleras abajo.
En esas andanzas, uno de mis socios se inventó un dios de la lluvia que con el tiempo descubrí no formaba parte de ninguna religión, mitología o creencia popular.
-Samí, abre las pilas!!
Gritábamos mientras corríamos como si alguien desde arriba nos escuchara. No se asusten, pero la mayoría de las veces... apretaba.

Texto original: Perfil del autor Alejandro Rodríguez Cuervo en Facebook.
Foto: Perfil de Cuballama en Facebook.

H2
H3
H4
3 columns
2 columns
1 column
Join the conversation now
Logo
Center