Esta semana se conmemora en Venezuela el Día del estudiante Universitario, la cual ha sido propicia para que la mayoría de la universidades del país realicen los Actos formales de otorgamiento de grados académicos a un contingente de nóveles profesionales que pasaron, al menos 5 años, en sus aulas, formándose para ofrecer a la sociedad sus habilidades, destrezas y competencias, agregando valor al capital humano necesario para el desarrollo.
La culminación de una carrera universitaria pasa por diferentes etapas, período a período; la última fase se encuentra llena de pequeños logros y en cada superación hay una emoción: la pasantía, la propuesta de trabajo de grado, la elaboración de la tesis, la última corrección de la misma, la defensa de la tesis.
Como las medicinas, son dosis de emoción que se inicia con la preparación y consignación de los documentos; va creciendo cuando se publica la Lista de grado y, el hasta ese día estudiante, se percata que ya es un profesional.
Sigue el gotero emocional, forjando el espíritu para administrar el gozo de la gran semana que, tradicionalmente, se inicia con una bulliciosa y alegre caravana que cruza la ciudad de palmo a palmo con inscripciones como "Nos graduamos!!", "Soy médico", "Soy Ingeniero"; y así, frases alusivas a ese gran logro.
La emoción continua con la firma del Acta, la misa de acción de gracias, donde se bendicen los anillos.
Cierra en el Gran día, lleno de emociones, lagrimas de alegría, nostalgia, gratitud, honra a los padres, reconocimiento a los profesores, a los compañeros. 
Es un instante que te impide el habla: cuando te cuelgan la gran medalla y te entregan el titulo que te hace acreedor a ser llamado licenciado, ingeniero, doctor... en fin.
Es un segundo en el cual, el graduando con su título en mano, siente el empoderamiento para quedarse mudo de repente, con una película en el cerebro pasando imágenes a gran velocidad donde una frase salta desde lo más profundo y claro del cerebro: LO HE LOGRADO!!
El camino más claro y difuso a la vez, es el que se recorre entre el paraninfo con las autoridades y el lugar donde se encuentra el número y el nombre del graduando, que sólo queda vacío cuando va a recibir sus credenciales.
Cuando regresa, es otra persona.
Los cinco minutos que pasan entre el momento en que escucha su nombre, se levanta, hace su recorrido académico y regresa con el título en mano en medio de una ovación, se convierten en un quiebre, un final y un inicio. Es el ahora, el principio de una nueva etapa, de la adultez, de la independencia real, del ejercicio del pensamiento. Todo eso, se transforma en una pequeña angustia para que ese evento tan esperado termine rápido y salir apurado a abrazar a mamá, papá, hermanos, familia y entregarle el producto de años de esfuerzo para ser un mejor ciudadano.
Al graduando de hoy, en cualquier parte del mundo, piensa que ese título académico encierra ingentes recursos que una sola persona puede administrar: Tú.
Saludos steemitianos