La intimidad más dulce en un regalo de cumpleaños [Relato erótico]

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Sabía que esta mal, que tener este tipo de relación con ella no era bueno, pero especialmente el traerla a mi apartamento era una mala idea. No aguantaría la tentación, es que el solo verla me provocaba una lujuria bastante difícil de controlar. Esa mezcla de inocencia y a la vez tan provocadora que la caracterizaba.

Es repentinas ocasiones esta chiquilla de 16 años hermosa, de sonrisa vivaz, de estatura baja, cabello ondulado hasta la cadera, de piel mestiza y ojos pardos me incitaba al juego, me mostraba marcas de lunares en sus muslos, deslizar su mano sobre mi rodilla para ver mi reacción y luego reírse de ello, otras veces se paraba frente a mi mientras estaba sentado para decirme que había crecido un poco dejando su provocadores senos, que me hacían olvidar que era una niña, frente a mi.

Era mi cumpleaños, y ella había sido bastante insistente, como siempre, de querer hacerme algo especial. Yo no suelo hacer planes de salir a celebrar mi cumpleaños, mi trabajo en la biblioteca y en las investigaciones me tenían bastante ocupado. Tan solo esta chiquilla había irrumpido en mi vida, descontrolandolo todo y haciéndome cometer locuras que no imaginé ¿Un hombre de 32 años con una jovencita de 16? Me parecía bastante cuestionable y mírenme ahora.

Había tomado mi casa como si fuera suya, movía cosas sin preguntarme para hacer lo que ella llamaba la mejor celebración de todos los tiempos. Se subía en mis muebles para colgar globos hasta donde le permitía su altura. Le veía muy sexy su silueta con un vestido muy lindo que se había puesto como si se trataba de una ocasión especial. Para no quedarme mirándola me ofrecía a ayudar pero ella me regañaba, y me decía que este día solo me sentara y disfrutara, lo decía mientras seguía alzando sus brazos para colocar la decoración en el techo, haciendo que se le levantara un poco su pequeño vestido.

¡Ya quedó! -me dijo mientras me hacía ver mi sala con la horrible explosión de colores propios de un carnaval. Ahora voy a hacer el almuerzo y el postre -continuó. ¿Sabes cocinar? Pregunté incrédulo. Realmente Stell era una jovencita un tanto mimada, era muy madura para hacer algunas reflexiones, pero en lo concerniente a cuidados de ella misma o de otros era muy dependiente ¡Claro que sé! Tu duda me ofende, quiero que te relajes y te vayas a dar un baño mientras yo te cocino. Le hice caso, realmente ella siempre ganaba en argumentos cuando de mandarme se trataba.

Mientras me daba un baño, comenzó a llegarme el olor a comida quemada, solo habían pasado diez minutos, no era posible que quemara la comida tan pronto, ese olor debía venir de otra parte. Pero el sonido de un grito me hizo tomar el paño y salir lo más rápido que pude. Un especie de caldo extraño había salido de forma explosivas de la olla y caído en el techo, en las paredes y en el piso. Allí estaba Stell paralizada con el cucharon en su mano sin saber que hacer. Lo siento David, quería hacerlo todo rápido y por prestar atención a la mezcla de la torta y al merengue me descuide, -dijo Stell en voz triste. No te preocupes, déjame limpiar y pedimos algo para comer, le dije. Ella rápidamente tomó el tazón con la mezcla de merengue, yo limpio todo, dijo- mientras venía con intención de quitarme el paño de cocina, pero no vio el caldo derramado en el piso y resbaló soltando el tazón de merengue y cayendo un poco sobre ella.

Preocupado la ayudé me fui hasta el suelo para ayudarla. Stell comenzó a derramar lágrimas ¿Estás bien, te lastimaste? -Pregunte asustado- Soy un desastre -dijo mientras me abrazaba las caderas y colocaba su cara en mis piernas cerca de mi zona intima. Yo que andaba cubierto por un paño no pude evitar preocuparme por mi desnudez y ella, la consolaba mientras intentaba levantar su rostro, pero ella seguía lamentándose de lo sucedido. Le acaricié la cabeza mientras le repetí que realmente el mejor regalo que podría tener era su presencia en mi apartamento. Ella levantó su rostro y me dio un tierno beso el cual correspondí. Pero sin darse cuenta colocó su mano en mi zona intima mientras con la otra mano acariciaba mi mejilla. Mi miembro se movió involuntariamente ¡Se movió! -dijo ella sorprendida mientras dejaba de besarme, no me había dado cuenta que tenía mi mano ahí -lo dijo, sin quitar su mano y viendo hacía mi miembro que ya comenzaba a levantarse.

Decidí ponerme de pie rápidamente para irme a poner la ropa, la situación no se podía salir control. Pero Stell haciendo uno de sus juegos tomó un extremo de mi toalla para limpiarse el merengue tenía en su pierna. Los siento es que tienes que darme algo para limpiarme. Fuimos hasta el baño para darle una toalla, pero Stell quien seguía jugando me dijo: Deberías darme la que llevas puesta para limpiarme y así no ensuciar otra. Estaba seguro que ella no quería llegar muy lejos, sin embargo, la provocación era su juego favorito. -Solo límpiate con esa -Le dije mientras iba saliendo. Y si... ¿me das un besito? -Dijo mientras hacía un gesto de ternura, me devolví y le di un beso en la frente que sabía al dulce del merengue. Oye, tenía buen sabor -le dije. Ella rió. Y comencé a pasar mi lengua por su frente y luego por su mejilla. Su cuello también tenía merengue así que comencé a chupar su cuello. Pronto mi excitación comenzó a crecer y mi miembro estaba sobresaliendo de la toalla rozando el vientre de Stell.

Stell tocó mi miembro y luego me miró como esperando que le dijera algo, su gesto me dio un poco de risa pero también me tenía muy excitado. La volvía a besar esta vez introduciendo mi lengua, ella jugó con su lengua también. La tomé de la cadera y le dije al oído, te quiero comer. Y ella dijo con un tono bajo que se le notaba bastante excitada, cómeme.

La cargué hasta la cama y la coloqué cuidadosamente allí, fui hasta la cocina de nuevo para tomar lo poco que quedaba del merengue en el tazón. Cuando regresé Stell se había quitado el vestido, tenía una ropa interior bastante combinada color blanco. Me subí a la cama y comencé a llenarla de merengue comenzando por sus pies. Fui recorriéndo sus piernas hasta llegar a su zona intima, sin despojarla de su ropa interior le coloqué un punto de crema justo en donde está su clítoris. Luego seguí subiendo hasta su vientre y sus senos dejándole dos puntos de crema en sus pezones, culminé mi recorrido de crema en sus labios y de allí partí para comenzar a comerla. Pasaba mi lengua por sus labios, luego la besé intensamente. Bajé a sus pechos, el rostro de Stell estaba algo tenso, como a la espera, tenía sus ojos cerrados. Comencé a besarla al rededor en sus senos por donde no la cubría su sostén. Noté como la respiración de Stell se aceleraba más y su corazón también aumentaba sus latidos. Luego me fui a unos de sus pezones succionando la crema, la tela de el sostén y su pezón que estaba erecto. Luego llegué hasta el otro punto de crema en su pezón mientras acariciaba su otro seno sobre la tela.


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Stell comenzó a gemir. Yo bajé hasta abdomen y saboreaba la crema en su ombligo, de allí bajé hasta sus pies para comenzar de nuevo esta vez de abajo a arriba, cuando estuve en sus piernas cerca de su zona intima, las piernas de Stell comenzaron a temblar. Me fui hasta su zona intima y pose mi lengua en el punto de crema cercano a su clítoris, para luego chupar. Stell comenzó a mover su cadera y sus piernas y lanzar débiles gemidos. Noté que el sabor de la crema no era el mismo, este se había mezclado con el líquido proveniente de la excitación de la joven chica quien realmente estaba muy excitada. Se había bajado sus tirantes del sostén y ligeramente comenzaba a verse uno de sus pezones.

Yo aún yacía con la toalla en la cintura y ella tenía su ropa interior pero sentía que no podría controlarme mucho más. Así que ayude a Stell a levantarse de la cama, no quería llevarla a hacer algo de lo que se podría arrepentir. Le dije que lo mejor sería que se quitara la crema para irnos a celebrar mi cumpleaños fuera. Stell no dijo nada, solo tomó mi paño y le quito el amarre para dejarlo caer y dejar mi miembro erecto al aire.

Continuará.

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