Hallacas, hallacas. Son mucho más lo que representan, ellas son encuentro con la familia, un alegre compartir, gaitas y fiesta, alegría aunque haya tristezas, son sabores familiares y pequeñas agradables discusiones sobre pequeñas variaciones en los ingredientes. Son un palo de ron o una "cuba libre" y un pequeño fiestón, en el trabajo previo y luego, durante la cocción, las degustaciones compartidas y la sabrosa conversación.

La palabra hallaca o hayaca lleva a cada venezolano a mundos diferentes, porque nos remite a la familia, a los años de la infancia, aunque sea mucho el tiempo en que se quedaron atrás, a cada año con olor a Navidad, pero nos lleva a todos al ambiente que se inicia a partir de las vacaciones escolares: pensar en la preparación de las hallacas, revisar las recetas, con quienes las preparamos este año, los compadres, los suegros, los vecinos nuevos.

En fin algo que sale del hogar para abrazarse a la gente querida con disponibilidad para compartir esas bonitas jornadas. Puede decirse que el núcleo familiar crece en esos días.

También me llega el recuerdo del año pasado en soledad, cuando igualmente preparé algunas hallacas para mi y para compartir. La pandemia nos aisló, pero no logró robarnos las hallacas.

El 2021 me regaló la opción de un nuevo e inesperado compartir navideño, con mis dos hijos y sus parejas y mi amada esposa. Cociné hallacas en equipo familiar y valoré al máximo ese compartir, después de vivir unas navidades en soledad. Espero que este año sea igual de hermoso. Espero el regalo de 2022.