Adictos al tiempo II.

II

La locura hacía mucho tiempo que dejó de ser transitoria en nosotros, ahora se había vuelto permanente, habíamos olvidado incluso la manera en que conseguíamos viajar en el tiempo. ¿Es un experimento del gobierno o somos nosotros los que viajamos por cuenta propia?

El descontrol y las drogas eran nuestra única motivación, queríamos darlo todo hasta morir, queríamos ser los mayores yonkis que la humanidad hubiera conocido y asistir a todas las fiestas más memorables jamás acontecidas a lo largo de la historia de la humanidad.

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Íbamos cargados por nuevas y desconocidas drogas sintéticas que nos hacían estar siempre en lo más alto de la montaña rusa.

Nuestras cabezas estaban idas, descontroladas, siempre al borde del colapso, justo ese sutil punto entre la vida y la muerte era lo que nos atraía y junto a los viajes en el tiempo nos hacía sentirnos enganchados como ninguna otra droga jamás había conseguido hacer en nosotros.

El Rey Lagarto se nos quedaba chico, nos habíamos autoproclamado como los Reyes del Tiempo y por allá por donde pasábamos lo íbamos proclamando sin importarnos las consecuencias que aquello pudiera conllevar para el resto de la humanidad.

Ya estábamos muertos en vida y continuaríamos con nuestro viaje autodestructivo hasta conseguir nuestro objetivo final, nuestra muerte.

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