La memoria del corazón (Relato corto)


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La memoria del corazón


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Se detuvo frente aquel bar tan conocido y entró en él. El ambiente estaba en penumbras, como siempre, y la mayoría de las mesas estaban ocupadas. Se sentó en la barra y pidió una cerveza bien helada. El barman le trajo la cerveza y lo miró como si lo reconociera. El hombre se limitó a tomarse la cerveza en dos tragos y pidió la otra. Ante la mirada insistente del empleado, el hombre solo dijo: Sí, soy yo.

:oiioiio:

Miró su entorno y casi nada había cambiado: la decoración, más allá de algunos detalles, seguía siendo la misma. Sin cuestionar sus oídos, escuchó que la canción que tantas veces disfrutó en aquel lugar y que sirvió de fondo en cada encuentro comenzó a sonar. También vinieron los olores conocidos, aquellos que al final impregnaban su ropa, su cuerpo, sus dedos, su alma. Apuró la cerveza y pidió la otra.

:oiioiio:

En un silencio cómplice, el barman entregaba la cerveza y se retiraba. Desde lejos miraba al hombre encorvado y sumergido en una gran tristeza. Su mirada iba de un lado a otro como esperando la llegada de alguien y el barman sabía a quién aguardaba. A pesar del tiempo transcurrido, recordó a su eterna acompañante: la mujer bonita de ojos grandes.

:oiioiio:

Al filo de la madrugada y luego de infinitas cervezas, el barman se acercó para informarle que ya cerraban y que no siguiera esperando, que ya nadie vendría. El hombre alzó la cabeza y le dijo: "No creo que ella venga, porque de la muerte nadie regresa. En todo caso, es ella la que hoy me espera". Y el hombre puso unos billetes y salió convertido ya en una sombra.


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HASTA UNA PRÓXIMA OPORTUNIDAD, AMIGOS

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