Ya como llegamos al fin del periodo escolar, con pandemia, ausentismo escolar y en ocasiones laboral. Logramos motivar a algunos representantes mediante llamadas telefónicas o visitas, tomando las debidas precauciones y distanciamiento social para que le tomaran interés en el aprendizaje de sus hijos a pesar de las dificultades, y a la vez sensibilizarlos para que participaran en una pequeña gran idea.
Logramos que la gran mayoría de los representantes, padres y responsables se entusiasmaran con esta noble causa, el donar un kilo de alimentos perecederos para llevar ese aporte a los más necesitados, ya que mi escuela es pública y allí estudian niños algunos con muchas más carencias que otros, aunque no soluciono grandes problemas, al menos logramos llevar ese pequeño aporte.
La satisfacción de haber logrado alcanzar la meta con este experimento social, nos lleva a pensar que podemos seguir con esta gran intensión y es el de llevar al que más necesite aunque no tengamos mucho que dar porque de eso se trata, dar sin esperar nada a cambio, sintiendo que por un momento le alegras la vida a alguien con algo que no esperaban.
Los niños observando desde una ventana a las maestras que visitaban a su mamá o papá en vacaciones escolares y entregarles algo, los llenaba de curiosidad y de alegría, saludando a las maestras que desde hace tiempo no ven ni comparten con ellas en clases, biblioteca, salón de juegos, ni patio.
Como maestra de tercer grado de primaria, quede convencida de que todos los años el proyecto de cierre escolar debe ser labor social de todos los grados de primaria, así fomentamos valores a los estudiantes en la escuela y reforzamos los valores aprendidos en el hogar para ponerlos en práctica en la comunidad.
El resultado fue reconfortante
Gracias por leerme