El descargo. 15092021

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He presentado al fin una documentación que la tenía pendiente desde Abril de este año. Ya no era cuestión de plazos, ni de dificultad. Era cuestión de salir, del laberinto en el que me había metido. El que crea que la pandemia, le ha salido gratis, no sabe lo equivocado que está.

Disonancia cognitiva, podemos llamarla. Una disociación de mi yo ejecutor del trabajo de mi yo personal. Han estado tanto tiempo conviviendo ambos yo durante estos eternos meses, que al final, no se sabía donde empezaba uno y acababa otro, y eso, pasa factura.

Durante un tiempo, el yo laboral, tiró del carro. Es la excusa perfecta, para llenar el sinfín de horas a la que nos condenó la pandemia encerrados en casa. Nos dio o me dio en este caso un leitmotiv por el que luchar, por el que no hundirse. Ese brazo ejecutor, acostumbrado desde hace veinte años a liquidar trimestres a ritmos de metrónomo, tic tac tic tac, un día y otro, a estocazos, limpiamente, problemas, problemas.

Pero ese yo, al fin al cabo, es una farsa, es solo una parte, una parte de mi yo, que como la punta de un lápiz he afilado, para garantizar mi sobrevivencia, que me sirve de bastión, escudo y máscara para conducirme por el mundo, pero no puede ser eternamente sostenida. Ya lo dice el dicho, un vaso de agua en la mano, un rato, no es nada, intenta sostenerlo un día entero, se convertirá en la carga más pesada que has conocido nunca.

No sabría decir exactamente cuando, pero por Abril, Mayo, supongo, mi mundo, aunque yo no lo sabía, estalló en mil pedazos, hubo detonantes extra, está claro, la puta citación del juzgado, no ayuda, y la traición de un círculo de amistades, que juguetearon con tus sentimientos a flor de piel, tampoco, pero es como que me desinflé, y nadie se dio cuenta, por no darme cuenta, no me di cuenta ni yo.

Te das cuenta después, cuando no duermes, cuando tienes que dormir, que todo lo que antes lo hacías sin pensar, dudas, cuando las cosas más nimias, tienes que apretar los dientes y prácticamente obligarte a hacerlas. La sensación de irrealidad, que conlleva el no poder llevar el compás, no ya en el trabajo, si no en lo que vendría a ser el día a día. Confieso, que ha sido un horror.

En Agosto, después de un Julio ciertamente favorecedor, sin grandes percances, me permití, no hacer nada, no establecerme objetivos, aunque luego no ha sido el Agosto, que imaginaba(Agosto es para ricos, muy ricos de depósito de gasoil siempre lleno, mesa en merendero y aire acondicionado por sistema) pero bueno, me ha permitido soltar amarras de Dios sabe, a qué me estaba aferrando para sobrevivir/sobrellevar.

Septiembre, parto con la idea de un mes calmo, hay percances, pero al menos, noto ecos del cierto poder de francotirador, que siempre fue mi santo y seña. Al igual, que en Septiembre de 2019, noté que todo se derrumbaba si no hacía algo, ahora noto que todo este esfuerzo, rotura y reforjado, no ha sido en vano, si lo se llevar, mi victoria será si no total, al menos suficiente.

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