El Amanecer 🌇✨☀️ (Cuento)

IMG-20211006-WA0017.jpg DISEÑO ORIGINAL DEL CANAL

La torre del reloj estaba justo en frente. Sus piernas agotadas, y el aliento le brotaba cálido de los pulmones como el humo que emana de las ultimas brasas de una fogata. Ya no sabia si él era el perseguido o el perseguidor, solo sabia que no podía dejar de correr.

Se había detenido el tiempo en esa extraña hora del día justo antes del amanecer donde el cielo nocturno exhibe matices rojizos, y las manecillas del reloj permanecían inmóviles desde hacía ya, casi un año. Los duendecillos de túnica blanca, habían intentado repararlo pero sus intentos habían resultado infructuosos. Solo la fuerza de todos los hombres juntos podría impulsar el mecanismo de aquel viejo reloj.

Justo frente a la puerta, miró tras de si y vio a los cuatro caballeros que le perseguían. El primero venía armado de una cadena de eslabones de ocio, el segundo portaba un calendario en su mano al cuál le arrancaba una página por zancada, y cada página era un trozo de vida, el tercero vestía de negro y tenía una cruz colgada al cuello que presagiaba sus intenciones, el cuarto traía la boca tapada, los oídos sordos y los ojos vacíos.

Abrió la puerta de un golpe y vio al filo de la escalera a aquella dama que lo había traído hasta aquí. Frente al mar, sola, detrás de los edificios grises, despojada de aquella tela que le cubría la boca, la había visto sonreír. El sol estaba escondido en su sonrisa, tímido, esperando el amanecer. Era tanta la oscuridad de aquella noche perenne, que por ver un poco de luz comenzó a seguirla, furtivamente, sin saber que a ambos los perseguían los temibles caballeros.
Saltó el primer escalón y emprendió la carrera hasta la cima de la torre, coronada por la esfera del reloj y circundada por una estrecha terraza. Sus pasos se hacían cada vez más pesados y la escalera, en espiral, cada vez más larga. Con el tiempo detenido, los espacios se habían dilatado, todo quedaba más lejos, incluso los sueños, pero no quedaba otra opción que seguir, ascender y vencer el próximo escalón, aunque pareciera idéntico al anterior.

Llegó al balcón de la torre, jadeando, y arrancó de un tirón aquel otro pedazo de tela que le cubría la boca, que le había escondido la sonrisa por tanto tiempo y que ahora, simplemente, no le dejaba respirar… ni vivir. Ella estaba allí junto a la baranda, frente al reloj. Asustada, apretó los labios, tratando de esconder su tesoro, pero en sus ojos comenzó a amanecer también.
Se escuchaban pasos agitados que venían de la escalera, ya no había a donde huir, frente a la esfera del viejo reloj quedaban a merced de los cuatro caballeros. Desesperado, en un frenesí de locura cuerda, justo donde el sol se refugiaba, plantó sus labios sin temor a abrazarlos… Ardió el beso, la claridad inundo el alma de él, que era un alma sin muros, sin diques que contuvieran aquel caudal de luz desbordado y amaneció para toda la ciudad.

Echó el reloj a andar, los labios permanecieron juntos y los ojos cerrados. Las sombras, lo gris, lo profano, los 4 caballeros y su amenaza fatal, desaparecieron; los árboles desnudos recuperaron su follaje y volvió el color de las flores. De a poco fueron saliendo los habitantes de la ciudad a presenciar aquel maravilloso espectáculo, incrédulos y con parte de su rostro aún cubierto por aquellos pedazos de tela, pero la luz de aquel amanecer era tan intensa que se fueron tornando translúcidos hasta ser invisibles.
El mundo gris en que había vivido por más de un año, había desaparecido, nada quedaba de él cuando abrió los ojos… casi nada… ella… aún, estaba allí, frente a él, contemplando el amanecer en el reflejo de sus ojos.

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