Al pasar de los años, en especial al punto en el que se está en la edad adulta, con la llegada de los hijos, el progreso profesional, la constante capacitación y el mejoramiento del desempeño profesional aunado a las relaciones interpersonales que tengamos, hacen que llevemos una vida agitada en búsqueda de cubrir las necesidades que nos impone la sociedad moderna, dificultándonos cada vez más alcanzar un enfoque mental libre del quehacer diario y por consiguiente la paz mental.
Para esto la meditación es quizás el procedimiento más antiguos y económicos para alcanzar la tranquilidad y el equilibrio, así como contrarrestas las tensiones. La meditación es una forma ideal de introspección que permite alcanzar al ser humano la paz consigo mismo, así como el necesario equilibrio entre lo material y lo espiritual.
Ciertas tradiciones sugiere un mantra (palabra o frase corta que se repite continuamente), otras, prefieren la mandala (dibujo de figura geométrica sobre la que a vista se centra), otras una pared blanca y en algunos casos una oración personal, el mismo evangelio afirma que Jesucristo pasaba largas horas de soledad, meditando y orando, logrando conseguir así la paz y la confianza, como también el éxito de sus relaciones con los demás.
Después de una sesión de meditación todos nos sentimos con un estado de ánimo calmado y relajado. No nos encontramos prontos a reaccionar defensivamente, sino a buscar la paz y la armonía con nosotros mismo y con los demás.
Siendo así, es más que claro que la meditación va más allá de una serie de ejercicios físicos de relajación, sino que debe de ser una aptitud y un modo de vida, para así obtener sus beneficios continuamente, tales como: el control del pensamiento, la relajación, y una existencia más equilibrada.