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Qué agradable encontrar aquí una crítica racional contra la dictadura de la corrección política.

A veces es difícil esperar algo más de este tiempo, tal vez una pizca de sobriedad o sensatez... o tal vez solo un poco de adultez.

Uno observa alrededor y solo ve niños desesperados por construir y proteger identidades fanáticas. Niños crecidos que no crecen, como diría Sidharta; niños ancianos, niños para siempre.

Eso puede cansar tanto que uno termina sin deseos de salir de la bañera. Uno se sumerge y se enmudece solo por la consciencia de que cada palabra sensata resulta un escándalo para todos, en una sociedad que se enorgullece de su demencia.

Uno termina como el Kaonashi de El viaje de Chihiro, sin rostro, sin voz, invisible; un mero fantasma y espectador de la tragedia humana. Pues uno intuye que si se inmiscuye en el juego, terminará convertido en un monstruo, justo como el Kaonashi.

Como tú dices: somos lo que consumimos.

Pero entonces aparecen muestras de salud, como tu reflexión, y uno comienza a pensar que tal vez la llama de lo esencial no se ha extinguido por completo.

No sabes el impacto que eso logra en mi alma... uno piensa que tal vez valga la pena seguir sembrando.

Sin embargo en estos temas mi expresión está censurada por la sociedad, porque soy hombre. He allí una mayor complicación.

Recuerdo una conversación entre Peterson y Paglia en la que hablan de este problema, y él le dice "tal vez son las mujeres sanas las que debieran oponerse a sus hermanas enfermas, porque los hombres simplemente no podemos defendernos".

Creo que es un video muy revelador, y nos hace conscientes de la verdadera dimensión del problema. Tu visión es muy acertada: esto es el comienzo de algo realmente aterrador.

Pero también siento que es muy importante seguir manteniendo viva la llama. Para todos los individuos es difícil —como todo proceso de curación— y no existe garantía alguna de éxito. Sin embargo los frutos de nuestra sanación también son la sanación del mundo... en cierta medida.

A veces pienso en la terrible experiencia plutoniana de Cassie Jaye: Ver destruidas sus creencias, relaciones e incluso sus redes profesionales... ver destruida su propia identidad solo por permitirse una sana honestidad intelectual en la exploración de estos problemas (con la realización de su documental The Red Pill).

Algo similar le ocurrió en su momento a Hannah Arendt con su reporte sobre la banalidad del mal, cuando se negó a juzgar a los nazis como entes de mal absoluto, y con esa negación se ganó el desprecio de su propio pueblo... Algunos no están dispuestos a vender las verdades que descubren, e incluso sufrirán voluntariamente por el valor de esas verdades.

Pero lo cierto es que esa dolorosa honestidad produce obras maestras... y sabiduría. En cierto modo, convierte a esas personas en obras maestras (la individuación de Jung). Esta charla de Jaye me parece una muestra de eso:

Si empiezas a humanizar a tu enemigo, te verás deshumanizado por tu propia comunidad

Tal vez me atrae tanto la experiencia de Jaye porque yo también soy cineasta, y he vivido fuertemente la censura de las verdades en nuestro país. De cualquier modo, es hermoso saber que ese compromiso con lo esencial también vive en ti, Katherine.