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Viajar es vivir: ¡Querida Capaya!

"El imaginario social de los capayenses es tan fértil como sus tierras."

1999: Mestas, Mariaelena

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Ubicado en el municipio Acevedo en la región de Barlovento del estado Miranda, se encuentra el pueblo de Capaya. Fundado en 1692 por frailes dominicos, este pueblo recibe su nombre del vocablo cumanagoto ‘Acapaya’ que se traduce ‘roca’ o ‘piedra’, y hace referencia a uno de los dos ríos que atraviesa el poblado, Capaya (el otro río es Marasma o Marasmita).

La mayoría de su población es afrodescendiente, pues desde su fundación, toda esta región se dispuso para el cultivo de cacao trabajado por la mano de obra esclava africana e indígena. Esto sin duda, influyó en lo que hoy en día es la cultura de Capaya; sus famosos (¡y sabrosos!) tambores culoepuya constituyen una de sus más orgullosas tradiciones; técnicas musicales y danzantes que se transmiten de generación en generación y funcionan de elemento cohesionador social y para su disfrute.
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Me sorprendió y me alegró muchísimo ver cómo la mayoría de los niños y las niñas, se reunían y enseguida hacían un círculo para bailar al ritmo de los tambores.

Cuenta la tradición oral popular que Capaya es la cuna natal de Simón Bolívar, puesto que aparentemente para las fechas del nacimiento de Bolívar (entre el 22 y 24 de julio de 1783) su madre se encontraba en la Hacienda Palacios, y en una época en la que el traslado era tan difícil en tales condiciones (vaya que cuatro siglos después, el traslado vuelve a ser difícil por los problemas de transporte, efectivo e inseguridad), dió a luz allí. Aunque el culto a Bolívar me parece un artificio nacionalista fastidiosísimo, es interesante como esto también influye en el orgullo y sentido de pertenencia de ser capayense.

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Había mangos por doquier ¡en los árboles, en el piso, en los techos! Las matas también estaban cargadas de aguacates y lechozas. ¡Hacia muchísimo calor! Había mucha humedad, pero para una señora de ahí; ‘Ay mija, pero si hoy está fresco’.

Ese día no había luz en el pueblo, las lluvias de los últimos días habían generado alguna falla, el transporte es muy difícil para esta zona, un recorrido que en nuestro caso duró 2 horas en un autobús directo desde Caracas, puede tardar 6 u 8 horas, ya que hay que tomar al menos tres autobuses por lo general.

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Lo que más disfruté del recorrido (además de tanto tambor) fue encontrarme con el río, desde que se vibiliza desde el puente, hasta meterme y sentir su caudal. Sus aguas son marrones por los minerales, pero son limpias. En un punto Capaya y Marasmita se encuentran y se diferencia en la temperatura de cada uno, las aguas de Marasmita son más cálidas que las de Capaya.

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Conocí este pueblo gracias a un recorrido fotográfico organizado por el CENAF y CONADECAFRO con el motivo de impulsar el turismo en Miranda y apropiarse de los espacios que se subestiman o poco se conocen. Fue una experiencia muy bonita porque además de ser un grupo muy ameno de amantes de la fotografía, el recorrido siempre estuvo acompañado de los tambores, la calidez y curiosidad de las pobladores, además, hubo muestra de distintas festividades; el recibimiento del Niño Jesús en el río Marasmita, la quema de Judas y los sabrosísimos tambores culoe’puya, tradiciones que entremezclan profundamente las raíces afroamericanas con la colonización católica y tejen el imaginario colectivo de Capaya.

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¡Muchas gracias por ver, por leer!