A muchas personas le encanta la lluvia, quizá el momento les causa placer, a otras personas les causa un poco de temor, la realidad de la lluvia es la forma en que cada cual la ve.
¡Pero no todas las personas somos iguales!
La diferencia entre la realidad y la irrealidad cuándo llueve es la forma en la que recibimos las bendiciones, a veces necesitamos calmar la sed, otras veces la tormenta es demasiado y sobrepasa los límites hasta de creer.
La forma como miremos la lluvia depende de nuestro nivel de consciencia, porque a veces es el dolor emocional que se refleja en cada gota, y algunas veces más acertadas logramos mirarla con felicidad.
Lo cierto, lo real, es que se manifiesta como hechizo que embruja el universo, y mientras su sonido nos deleita se profundizan los pensamientos. Llega de manera intempestiva como los sucesos que no esperamos, a veces se queda, a veces se marcha callada, pero nunca se olvida porque queda plasmada.
Quizás si llueve en un día triste podría limpiarnos el alma, se puede confundir la lluvia con las lágrimas cuando la realidad sobrepasa los sentimientos. Puede traer cada detalle, cada recuerdo de lo bueno, de lo triste o lo sincero.
Lo que debemos lograr al final es que todo quede mejor que cómo estaba, qué logremos admirar también el arcoíris que después de la lluvia nos depara, debemos lograr secar las lágrimas y recordar las cosas maravillosas, igual que cuando alguien nos falta, debemos recordar las sonrisas en el alma, porque los años pueden pasar pero inconfundiblemente no pasa quien se ama.
Somos capaces de mirar la lluvia de forma diferente y vivir una realidad distinta, fluir como fluyen las aguas y agradecer al Cosmos de Dios que con ella se limpia el futuro que nos llama, agradecer que las tristezas pasan y que aún podemos recordar con alegría a quien se ama.
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Imágenes propias. Fotografías tomadas con un móvil Blu Vivo One Plus. Cámara f / 2.0 1/100 3.79mm ISO 200. Editadas para los mensajes usando la aplicación de diseños Canva.
