FuenteEn el momento que estoy pensado esto, me está entrando un pequeño repelús por todo el cuerpo, la piel se empieza a enfriar y mi cabeza se traslada a un momento que todavía no ha sucedido. En el momento que intento desconectarme de ese pensamiento siento como mi corazón vuelve a latir con normalidad, mi piel vuelve a tornarse a su estado original y vuelvo al instante anterior, vuelvo a estar sentado en mi silla de escritorio.
Intento explicárselo a mis padres o mis amigos y lo único que les puedo decir, es como si hubiera estado en estado de zombi. Sin poder realizar un movimiento, parecía como si fuera aquellos zombis que vemos en serie y películas.
Me quedo tan vació como si un caminante blanco me poseyera y actuara por si solo. Frio, gélido, con ojos azules, conquistando mas allá del muro. Así es como me siento cuando pienso en la muerte. Se que entre él y el destino juegan al juego de la vida, ellos son los únicos que saben nuestra fecha de caducidad.
Aunque lo haya sentido, no es el momento de pensar en ello. Dejemos de ponernos tenebrosos y dejemos que los colores vuelva a su sitio. Dejemos que el tiempo pase, dejando huella en este gran planeta.
Aunque no lo creamos, nuestras pequeña huella, va a estar siempre presente en la historia de nuestra vida. Saldrán conversaciones que hablaran de nosotros o inclusos nuestros amigos hablaran de nosotros a sus familiares. En el momento que no estemos aquí, estaremos con los nuestros allá donde vayamos, osea que dejemos de preocuparnos y disfrutemos de nuestra vida, que la vida son dos días.
Eso si mi último consejo es que si realmente queréis disfrutar al 100% de la vida, sonreír todas las mañanas aunque estáis mal, podéis alegrar el día a las personas de la calle y así te ayudaras a ti y al resto de persona que te rodean.
