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Escribe bien tus historias - Estructura narrativa clásica

Desde que el ser humano se reúne alrededor de un fuego a contar @historias, se cuentan así:

Tanto en la escuela de @cine a la cual pertenezco como en cualquier otro lugar, les recomendarán practicar primero lo clásico y estándar, para después jugar con otras opciones fuera de lo aceptado como "correcto".

El inicio:
Toda historia tiene un inicio. Tu historia debe iniciarse con el planteamiento. Sirve para situar en el contexto, el espacio y el tiempo al lector. Dónde y en qué época se desarrolla la historia.
También necesitas presentar a tu personaje principal: quién es, a qué se dedica, qué pinta en tu relato. Cuáles son sus deseos, sus objetivos, sus limitaciones y dificultades.
Una vez el lector esté situado en un contexto concreto —el antiguo Egipto, una colonia de marte o una ciudad en la época contemporánea—, conozca al personaje principal —un asesino psicópata, un policía del futuro, una violinista enamorada—, debe aparecer el conflicto: un hecho lo cambia todo y pone del revés los esquemas del personaje principal. Es el detonante que va a poner en marcha la historia: a partir de ese momento ya nada volverá a ser lo mismo.
En pocas palabras, con el planteamiento debes sentar las bases para desarrollar la acción. Y te recomiendo hacerlo de forma que el lector se sienta impulsado a seguir leyendo, a que desee saber más. Por ejemplo,

► ¿Conseguirá el personaje a ese/a chico/a que ama con tanta pasión?
► ¿Conseguirá descubrir al asesino de su hermano gemelo?
► ¿Podrá recuperar la espada sagrada y devolverla a su pueblo?
► ¿Superará la depresión y vencerá su alcoholismo?
Pon a tus personajes en serias dificultades. Plantea al lector un reto auténtico y siembra la duda en él: ¡sorpréndele!
Deben surgir las dudas. Cuando a un personaje le sucede algo que da la vuelta a sus esquemas como un calcetín, tiene elección. El camino se bifurca ante él. ¿Seguir la vida de forma normal, aceptar el suceso, resignarse? ¿O salir de lo conocido, lo estable, lo cómodo para poner las cosas en su sitio? Sentir la llamada de la aventura, de la transformación, no siempre es plato de gusto.
En este punto se produce otro tipo de desencadenante. El personaje es empujado por algún suceso más o por alguien. Por lo general es un amigo, un mentor, una pareja sentimental… puede ser incluso un personaje casual, alguien que le dice una frase al protagonista y le hace ponerse en marcha.
Una vez se traspasa este umbral ya no hay vuelta atrás: se abandona un mundo para penetrar en la aventura, el peligro, la transformación. Y ahí es cuando comienza la odisea.

El nudo:
El desarrollo, nudo o núcleo de la historia es la parte en la que suceden los acontecimientos, ni más ni menos. En ella tus personajes se desenvuelven, encuentran sus dificultades, triunfan y fracasan, evolucionan… o involucionan.
Se les presentan retos que a primera vista son imposibles de superar. Pon a tu protagonista en verdaderos apuros, no escatimes en eso. Hazle vivir un auténtico calvario en el cual puede perder la vida, la razón, la capacidad de amar… en cada paso tu personaje aprende, avanza tanto en la historia como en su evolución personal.
Conoce a una serie de personajes con los que interactúa, tanto ayudantes como antagonistas. Se relaciona también con objetos. Es más, un objeto puede ser la meta a lograr para devolver el equilibrio a su mundo: el anillo mágico, la espada sagrada, los documentos perdidos, la fotografía reveladora…
El relato puede dar un giro sorpresa en cualquier momento. De hecho, te recomiendo que busques estos puntos de ruptura para hacer la historia más adictiva si cabe.
La violinista enamorada, por ejemplo, descubre que el amado no es como esperaba. La historia se transforma y lo que el lector creía que iba a ser la misión principal —conquistar al objeto de su deseo—, tan sólo era la excusa para que la protagonista se diera cuenta de que idealiza a las personas, que se enamora siempre del hombre equivocado. Entonces abandona su conquista y se centra en solucionar sus problemas internos.
Sube la intensidad paulatinamente: a cada paso, a cada aprendizaje, se adquieren nuevas herramientas para superar dificultades todavía más grandes.
El lector quiere ser sorprendido, engañado, quiere ser llevado por caminos tortuosos que desembocan en lugares inesperados. Haz que situaciones previsibles den un giro de ciento ochenta grados. Juega con la perspicacia del lector, anticípate a sus conclusiones, condúcele por una situación cuyo desenlace pueda prever ¡y dale la vuelta! Da la información justa y necesaria, ni más ni menos.
Si eres hábil manejando tus recursos —en la lección de mañana te mostraré algunos trucos— mantendrás a tus lectores en vilo hasta el momento del clímax. Es un suceso donde todo converge. Es el enfrentamiento con el enemigo, con la realidad, con los propios temores. El punto culminante que decidirá el destino de los personajes. La hora de la verdad.
En este punto, necesitas llevar al lector a lo más alto. La derrota del héroe puede significar la muerte de todo su mundo, la pérdida de la razón, la capacidad de amar para siempre. Tras la resolución del conflicto final, la tensión baja y el lector siente las emociones desatadas con todo su peso. Euforia por la victoria, alivio por salvar la vida, esperanza en el amor… es el momento en el cual se decide el mejor final.

El desenlace
Porque, en ese momento, ya debes haber puesto todos los puntos sobre las íes: personajes bien definidos, situaciones a punto de resolverse, conflictos bien planteados e intenciones claras de los personajes. La resolución del clímax no debería ser el final del relato, tan sólo la resolución de una situación límite: el principio del fin. Comienza a cerrar lo que aún esté abierto.
No dejes cabos sueltos, cuidado con eso. Puedes dejar secretos sin revelar, misterios por desentrañar, pero deja buena constancia de ello y justifícalo.
Tus personajes han evolucionado a lo largo de la historia. Ya no son los mismos que en el planteamiento. Resuelve sus conflictos de manera favorable. Hazles triunfar y haz su triunfo aplastante. Porque es la hora del regreso a casa. El retorno al hogar. El protagonista debe volver donde todo comenzó, exhibir su cambio y compartir su enseñanza. Devolver el objeto sagrado al lugar que le corresponde.
Todo buen final, igual que todo buen inicio, debería dejar huella. Condensa en los últimos párrafos aquello que deseas decir bien clarito a tus lectores, pero sin caer en discursos ni moralejas. Haz que las palabras finales de tu relato dejen un poso de alguna emoción en el lector. Que cierre las tapas del libro y reflexione, aunque sea un minuto, sobre lo leído. Y que lo haga con una punzada de melancolía, esperanza, tristeza, euforia, lo que prefieras.
Pero algo… porque si lo consigues querrá volver a leer algo tuyo.
Un consejo final: no te precipites al aproximarte al fin.
Es fácil dejarse llevar por la impaciencia al atisbar la conclusión y atolondrarse. Mantén el tono usado en el resto de la historia, aunque tu ritmo suba de intensidad. Que el final llegue de manera natural y coherente, como parte de un todo.
Y así es como se cuentan historias desde tiempos inmemoriales.

Si les interesa más de estos interesantes pasos para escribir historias, me lo hacen saber en los comentarios.

!Un gran saludo a todos!