.
.
.
.
.
Verla hablando, riendo, durmiendo,
lejano, para no perturbarla.
Saber que está allí.
Verla sencilla, sutil
una perla, tranquila
saber que puedo besarla.
Verla, y darse cuenta que no está viva,
que no respira, que ahora sí es eterna.
Saber que no volveré a besarla nunca más.
.
.
.
.
.