Hoy inicia mi cuarta rotación, ya solo falta una más la tesis y nos graduamos. Me encuentro sentada en la emergencia, en un momento de calma durante la guardia, ya adelantamos los ingresos, las evoluciones pendientes y no hay pacientes pendientes. Son más o menos la 1 AM, y como cualquiera que no tiene nada que hacer, me puse a pensar demás, y para no quedarme con esto decidí compartirlo con ustedes por acá.

Hace un tiempo una doctora nos nombró a mi y a otras compañeras como las chicas super poderosas, nos asignó un personaje según nuestra personalidad y eso nos marco tanto que decidimos hacernos unos gorritos quirúrgicos con ese motivo.

Teníamos tiempo con los gorritos, sin embargo no habíamos rotado por el área de pediatría. Hoy que iniciamos la primera guardia por este servicio me pasó algo super cómico, que me hizo pensar en el porque nunca debemos dejar morir a nuestro niño interior.

Hoy llegue a la emergencia y de una vez me asignaron un pacientico, su nombre es Rodner, es un niño muy simpático, que se comportó súper bien mientras lo estaba examinando, lo que me parecía extraño era que se quedaba viéndome a mi y a mi compañera, con una cara llena de curiosidad.

Después que lo examine y me senté en el escritorio a escribir, escucho su vocecita hablando con su mamá. Le preguntaba lleno de emoción si las doctoras que lo habían atendido eran las chicas super poderosas, su curiosidad fue tanta que le dijo a su mamá que fuéramos a jugar con el, y luego que constató que si teníamos los gorros de esos personajes hasta una foto nos pidió.

Esto me hizo tanto ruido que me llevo a reflexionar en qué nunca debemos perder esa inocencia y esa capacidad de emocionarnos por las mínimas cosas como los niños, creo que esa es una de las razones por las cuales esta especialidad me llama tanto la atención, a parte de lo académico.

En fin, que solo quería compartir esta pequeña anécdota y reflexión, divagaciones que uno tiene a la 1:00 am cuando la guardia está tranquila. Nos vemos en el siguiente post.