Valoro la lealtad y la fidelidad. Valoro la amistad sincera, la empatia y el cariño.
He aprendido que cada quien tiene batallas internas, demonios que guarda en su
interior y que a diario luchan para que los mismos no salgan a flote. Por eso, siempre
valoro una palabra amiga, un buen gesto, una muestra de cariño... Intento no
juzgar el camino de otros por solo haberse equivocado un poco más que yo en ese
trayecto. ¿Quién soy yo para juzgar lo que otros han vivido?
Todos los días aprendo algo nuevo sobre mí. No me conozco en totalidad, soy una
persona en constante cambio, pero siempre mantengo la esencia. Eso es algo que
no cambio ni vendo. Es lo que me define y diferencia ante los demás. Es que
nunca me ha gustado seguir al resto, no estoy hecha por encajar, no sé si sea bueno
o malo, pero no pertenezco al estereotipo que dicta la sociedad. Eso es algo que
he aprendido y me ha costado asumirlo.
Aprender de mi misma, no ha sido fácil. El decir que sí seria mentir.
A veces tengo que vivir una misma situación hasta tres veces para aprender de ella.
También he aprendido a no juzgarme por eso. Cada quien va aprendiendo a su ritmo.
Yo voy al mio. Tú vas al tuyo. Cada quien hace lo mejor que puede desde su lugar.
Cada quien aprende algo distinto a diario... Cada quien lidia con lo que aprende de
la mejor manera que puede. Cada quien decide que hacer con lo aprendido.
Es que el aprender no nos asegura nada. Lo que realmente importa es lo que hacemos
con eso que aprendemos. ¿Qué haces con lo que aprendes a diario?
¿Para qué lo empleas? ¿Realmente intentas mejorar o solo te reservas lo que aprendiste?
¿Reflexionas acerca de eso? ¿Qué te falta por aprender? ¿Qué has aprendido ya?
Y si no has aprendido algo aun... ¿Qué te lo impide? Son preguntas que me hago
todos los días. Me ayudan a seguir y a explorar lo que hay en mí. Este aprendizaje del que
hablo es el interno, el propio. El que solo encontramos en nosotros, en lo que vivimos
y lo que pensamos. Es un tesoro que solo habita en nosotros.