Lejos de ser otro de los innumerables monasterios, que como luciérnagas, comenzaron a aportar un atisbo de luz en las oscuras tinieblas que precedieron a la caída del Imperio Romano de Occidente, el monasterio de Santo Domingo de Silos fue un auténtico faro espiritual que iluminó las inconmensurables estepas castellanas.
Enclavado en tierras legendarias, donde los héroes más floridos del Romancero español, como el conde Fernán González, el Cid Campeador o los Infantes de Lara protagonizaron gloriosas historias épicas contra el invasor musulmán, este milenario monasterio marcó una época, no sólo en las páginas culturales de una Hispania que comenzaba a poner la visión sobre el concepto de sentimiento nacional en la Reconquista a la que estaba entregada en cuerpo y alma, sino también, un modelo donde el Arte se difundió como un reguero de pólvora por los polvorientos caminos de la peregrinación.
De los distintos talleres de canteros que se sabe que laboraron aquí, ad Maiorem Glorian Deus, de éstas santas piedras surgieron los modelos escultóricos para innumerables templos románicos que se fueron extendiendo por diferentes zonas, a media que se iban reconquistando los territorios.
De ahí, de la perfección y singularidad de sus esculturas, no es extraño que surgieran modelos y que los historiadores del futuro vieran en ellos lo que se ha convenido en denominar como ‘estilo silense’.
Un estilo, por otra parte, que marcó una época y cuya belleza y armonía todavía suscita, no sólo encendidos debates histórico-artísticos, sino también pasiones, a juzgar por el número cada vez mayor de turistas, viajeros y estudiosos que lo visitan.
Santo Domingo de Silos: un faro Cultural.
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