Caminar por el Centro de Madrid, siempre me produce una sucesión de ambivalentes sensaciones, en las que se me representa una visión muy particular de ese otro Madrid, burlón y seductor, que aunque recibe a todos con los brazos abiertos, tan sólo es a unos pocos a los que verdaderamente se entrega y abraza.
Como esa canción, disuasoriamente melancólica pero verídicamente objetiva, del cantautor Joaquín Sabina, también el Centro de Madrid, en mi opinión, es comparable a ese metafórico bulevar de los sueños rotos, cuyos escaparates están abiertos a todos, pero cuyos lujosos artículos sólo están destinados a satisfacer a unos pocos privilegiados.
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