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Otros naufragios

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Quien conoce la nostalgia, conoce también el exilio, siquiera sea del alma y tanto para una como para el otro, existe un demonio que zahiere continuamente con el deseo de volver.

Volver o no con la frente marchita, como decía la vieja canción o con una corona victoriosa de laurel ciñendo las nevadas sienes, resulta, después de todo, irrelevante: tan viejo y cambiado estaba Ulises cuando regresó a Ítaca, que en un primer momento, ni siquiera sus perros le reconocieron.

Qué incongruente es a veces la vida: el que parte lleva siempre con él la esperanza del regreso y el que se queda, se aferra como un náufrago a ese providencial tablón, que en su caso es la esperanza de poder partir un día.

Al final, cuando volvemos la vista atrás, cansados, quizás, nuestros ojos de mirar sin ver, como cantaba el poeta, nos damos cuenta de los verdaderos naufragios que hemos ido frecuentando en ese impetuoso océano, que no es otro que el de la existencia.

AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.