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Mi matica

Hace un par de meses estuve tomando clases de arte en un taller local, acompañada de mi hermana. Bella forma de pasar mis sábados en la mañana. Muy emocionada asistía a mis clases. Nunca había tenido la suerte de tomar clases de arte como esta: formal y además personalizada.

Primero me tocó copiar unas vasijas, como prueba diagnóstica. Luego me dieron a elegir mi primer dibujo para realizarlo usando el claroscuro. Elegí un árbol que me gusto mucho. ¡Al cabo de varias semanas de trabajo no me parecía tan bonito! Creo que no me gustaba porque era una foto de un árbol, no el árbol real. En un momento de frustración dije: ¡Terminé! El profesor se acercó y dijo: “Eso puede seguirse trabajando”. Mi respuesta de niña consentida y frustrada fue: Yo soy la artista y ya yo terminé con él. Me parece plano. No me gusta. Me dejo ahí, no dijo más nada. Y la clase de ese día terminó para mi.


Absorta en el arbolito que no comprendía: Nunca lo vi de cerca.

La semana siguiente al llegar me propuse a calentar para empezar a trabajar sin preguntar en qué trabajaría porque no quería volver a ver aquel árbol. El profesor empezó a sacar cosas del taller y a caminar de un lado a otro. Me dijo: Ven y trae tu lápiz. Me pidió sentarme frente a un árbol de plátano.


Tarea: Dibujar este paisaje. Reto: El paisaje

Al ver aquella escena dije: ¡Wow! Hay muchas cosas pero… ¿qué dibujo?
-Concéntrate en el árbol. Nada más.

Y comencé a dibujar siguiendo las técnicas de proyección y el concepto de figuras geométricas.


Después de varias horas de arduo trabajo no lo veo tan intimidante.

Día 1: Primero dibujé todo el contorno del árbol. Pasé varias horas sentada en el jardín sin darme cuenta del tiempo. Me encanta esa sensación donde parece que el tiempo se detiene solo para disfrutar de una actividad tan reconfortante.


Presté especial atención a las líneas. Luego aprendí que no se hace.

Día 2: Añadí más detalles alrededor del árbol para darle profundidad. Ubiqué las sombras dentro de las hojas y el tallo. Esta es la parte que me costó más trabajo pero una de las más importantes ya que le da profundidad a la escena.

Día 3 Este día pase las 4 horas en el taller trabajando las sombras y la luz. Usando mi limpiatipo a diestra y siniestra. Borraba y empezaba de nuevo. Esta etapa fue todo un reto. Me gusto poder dedicarle horas a esa etapa, buscando la belleza. A este árbol le agarré mucho cariño, porque podía verlo en persona, y cada vez que lo contemplaba más cosas descubría.

Día 4: Este día en particular fue muy divertido. Todo comenzó con una discusión con el profesor sobre la pared del fondo del árbol, me decía que no era necesaria que estuviera en la composición pero yo la quería añadir, de hecho esta conversación sucedió varias veces. Él insistía en que no era necesario. A mi me parecía el árbol muy solo y opinaba que le faltaba contraste. Lo divertido fue cuando el profesor me dijo: Bueno, respeto tu punto de vista, y me parece que aprendiste lo que tenías que aprender hasta ahora -entregándome un lápiz 12B añade-: ¡Diviértete!

¡Nunca había tenido un lápiz 12B! Conocía hasta el 6B (si, en Venezuela no hay muchos lujos). Tome el lápiz incrédula de lo que estaba viendo. Trace algunas líneas de prueba en otro papel y acto seguido empecé a dibujar mi pared. ¡Que diversión y felicidad sentí en ese rato! Podía sentir las cosquillas que le hacía el lápiz al papel y me reía y reía. Mi hermana, sentada a mi lado, me miraba como cuando miramos a los niños jugando con pintura o plastilina. Al terminar le mostré orgullosa al profesor y su expresión fue: ¡Que peligrosa eres con un lápiz!

Día 5: Aunque estaba terminado desde que le agregué la pared, seguí trabajando un dia mas en mi matica de plátano. Afinando detalles, borrando, aclarando, oscureciendo.


Con este árbol aprendí mucho. Sobre todo trabajé mi punto más débil: la paciencia. 20 Horas de trabajo. Me divertí mucho con este proyecto.