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La Certeza (Microrrelato)

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Esa mañana despertó con la certeza de que iba a ser la última, no sabía muy bien el por qué, solo sabía que su camino había llegado a su fin... Se sentó a la mesa y al momento ya se encontraba recostada sobre ella, con su cuerpo preso de un desanimo indescriptible, lucho con su cansancio y un pulsante dolor de cabeza y se obligó a levantar, fue directo a la gran alacena de su inmaculada cocina y busco el tarro más grande que tenía para tomar café, convencida estaba de que quizás la cafeína mezclada con el aroma de un cigarrillo le darían las fuerzas necesarias para iniciar su aciago día...

Coloco la greca al fuego mientras trataba de desperezar sus músculos y entonces un pensamiento lúgubre le cruzo por su cabeza ¿para qué comenzar el día si este iba a ser el último? quedo paralizada por momentos que quizás fueron minutos, y como si sus pensamientos se convirtieran en designios, el tarro que tenía en su mano se le cayó partiéndose en el acto, al agacharse para recoger las trizas, su mano fue cortada en una larga, profunda y sangrante herida, de cuyos borbotones se formaban extrañas manchas que asemejaban diabólicas y burlescas sonrisas.

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La greca no dejaba de emitir su silbante sonido, en tanto su teléfono como el timbre de la puerta comenzaron a sonar persistentemente en un compás de locura y acoso metálico, atormentada por los ruidos, la ferrosa he indetenible sangre y el dolor que iba en aumento, tomo en un grito desesperado su cabeza entre sus manos y sin importarle que manchaba su rostro y fina ropa con esa tibia y espesa sangre, se dirigió como en un trance hasta su botiquín, ansiosa por tomar algo que le quitara el dolor y borrara ese palpitar que tanto le martirizaba, al llegar a este, su rostro desencajado y casi espectral se desdibujo en el minúsculo espejo que fungía como puerta, haciéndola dudar de su decisión...

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Sin embargo, estiro su mano hacia el ansiado frasco y con la poca fuerza que aun tenia lo destapó, inicio con una pastilla pero pensó que quizás dos le ayudarían, se colocó una tercera en los labios y sin estar segura de lo que hacía ingirió una cuarta, una quinta, una sexta y así continuo hasta que una pesadez extraña, profunda y violenta se apodero de ella, tumbándola en un sórdido golpe y aun con la botella en sus manos...

El día transcurrió y con él la certeza del final… Todo había acabado… Había llegado la noche y con ella había concluido ese aciago día... Horas y silencio nada más…

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Al rayar el alba despertó atontada rodeada de un sabor amargo y un fuerte olor a vómito, la sangre de su mano no estaba y la pulsación cruel de su cabeza se había ido, solo permanecía como manifiesto de lo ocurrido la botella a su lado… y es que todo no había sido más que una pesadilla, uno de sus tantos delirium tremens, algún recuerdo de su buen pasado, una combinación extraña de los demonios de sus borracheras y los fantasmas de sus pecados…