La aventura de pablo comenzó con nuestra tercera salida, cuando se nos ocurrió que sería divertido llevarlo a nuestros recorridos. Como recordaran nos iniciamos en mayo del 2020, para entonces vivíamos los comienzos de la pandemia, estábamos ante algo nuevo y desconocido, pero lo que si sabíamos era que necesitábamos fortalecer el sistema inmune, entonces, tomamos la decisión de la práctica deportiva por un lado y por el otro, buscar espacios que nos llevaran a estados emocionales donde la alegría fuese la protagonista y es aquí donde Pablo toma relevancia.

A esta altura, se estarán preguntando ¿quién es Pablo? Pues, Pablo es un pollo de plástico que al presionarlo hace un sonido divertido, fue el legado de mi hijo Andrés Eduardo quien lo bautizo con ese nombre antes de emigrar a otro país en busca de mejores condiciones de vida.

Al comienzo, también serviría como corneta para alertar a los transeúntes y vehículos, pero al sonarlo llamaba la atención y empezaron a identificarnos como el grupo del pollo.

Un día, a María se le hizo tarde llegar a la hora de partida para la aventura de ese día, ella sabía la vía por la que haríamos el recorrido, por supuesto, le llevábamos una ventaja considerable, en ese recorrido hacemos una parada para tomar agua y tomar la respectiva fotografía, había una señora vendiendo mangos a la cual María le pregunto si había visto alguien con mis características y la señora le respondió: la bicicleta donde va el pollo paso hace como 20 minutos, María sonrió y continuo, no tenía dudas.

Desde entonces el pollo es nuestro compañero inseparable y lo llevamos a todos los lados, empezamos a escuchar de destinos muy concurridos por ciclistas experimentados que para nosotras estaban fuera de nuestra preparación física por lo dificultoso de las vías ya que son las carreteras que conducen a las hermosas playas del estado Aragua Cata y Choroni por el parque Henry Pittier.

Estas vias, tienen características en común, al principio empinadas, sobre todo la que conduce a la playa de Choroni, es bastante inclinada, son aproximadamente 12 Km de subida desde la alcabala, los paisajes son espectaculares, cascadas que brindan la oportunidad de hidratarse, solo que, asusta un poco el sonido que hacen los monos araguatos que se ven desde la carretera, la que conduce a la playa de Cata también la adorna la abundante vegetación, cascadas y diferentes especies de animales, resaltan los monos araguatos en ambas.

Continuando con el pollo Pablo, cada salida era la oportunidad de ejercitarnos y divertirnos, al pasar por el lado de los transeúntes o al lado de los ciclistas el sonido los hacia voltear, se podrán imaginar la cantidad de sonrisas que nos regalaban. Poco a poco se convirtió en nuestro identificador, en los grupos de ciclismo, muchos tienen curiosidad por conocerlo y cuando lo hacen se toman foto con él.

Realmente, hemos vivido experiencias que quedaran para el recuerdo, una de las más relevante, fue en carnavales del 2021, son fechas de vacaciones y disfrute, pero no podíamos celebrarlo como era la costumbre, Lorenzo (hermano de María) propuso que hiciéramos algo para rescatar nuestras tradiciones. Acordamos que haríamos un paseo disfrazados, la gran mayoría estuvo de acuerdo, la propuesta incluía llevar dulces y golosinas para repartir, esto nos permitiría vivir una vez más lo que hacíamos de niños, dicha propuesta era emocionante.

Llego el gran día, lunes de carnaval, hora de encuentro 4 p.m, el lugar ya lo teníamos acordado con anterioridad, era divertido ver llegar a cada uno de los asistentes con sus disfraces y sus bolsas de caramelos, María se disfrazó de conejita y Alix ¿adivinan? …

Siiiii, de polla, este disfraz era la réplica del pollo Pablo, los compañeros se destacaron con sus disfraces, algunos de los recordamos: zorro, muñeca, gladiador, gata, diabla, brujas…emprendimos el recorrido con algarabía, la gente desde sus vehículos nos saludaba y tocaban sus cornetas, nosotros le retribuíamos lanzándoles caramelos.

llegamos a la plaza la soledad la cual estaba repleta de niños con sus disfraces, por supuesto, se convirtió en una fiesta, los niños se acercaban a buscar sus golosinas y nosotros repartíamos, cuando descubrieron al pollo no dejaron de apretarlo, sus caritas sonreían con picardía, por supuesto lo dejaron extenuado.

Luego de una hora compartiendo con los niños, seguimos nuestro recorrido, aún quedaba golosinas por repartir en la ciudad, llegamos a la plaza Bolívar, repartimos lo que quedaba, compartimos con las personas que por allí pasaban, tomamos fotos y pasado un buen rato, nos fuimos despidiendo, satisfechas de compartir la alegría.

Cuando miramos hacia atrás, en un año tan difícil en todos los sentidos, podemos cerrar nuestros ojos, respirar, agradecer y seguir convencidas que junto al pollo Pablo seguiremos sumando Kilómetros.