Un saludo cordial para todos los miembros de la prestigiosa comunidad HIVE.
Después de acompañarnos por más de 11 años, este 29 de julio de 2021 partió nuestra perra Laika hacia el cielo de los perros, pasando sus últimos momentos junto a nosotros, su familia humana, que nunca la desamparó.
Contemplar el proceso de eutanasia de una mascota querida no es fácil, pero cuando es necesario no hay otra opción, y solo nos queda la satisfacción de haberla tenido cerca, como una más de la familia, con todo el amor del mundo.
Médicos veterinarios de la Misión Nevado, Eugenio Jiménez y Yaqueline Castañeda.
Inducir la muerte de un animal es algo complejo, que siempre deja secuelas psicológicas, sobre todo, en los más pequeños de la casa y en los adultos que deben tomar esa terrible decisión.
Los criterios que justifican la eutanasia, o "dormir al animal", como lo llaman muchas personas, son variados, pero se pueden resumir en la calidad de vida de la mascota, y eso es algo que, durante el último mes, nuestra sharpei Laika había perdido.
Laika pasaba el día durmiendo, y tratando de respirar.
A pesar de mantener el apetito, sobre todo por el pan y las piezas de pollo frito, y tomar suficiente agua, laika comenzó a presentar problemas respiratorios muy evidentes, que nos hacían presumir algo grave.
Acudimos a tres servicios veterinarios diferentes, y todos coincidieron, con evidencia radiológica, que los tumores que Laika presentó a lo largo de su vida, a nivel de la piel, y de la capa muscular, se habían traslado a sus pulmones.
Las vías respiratorias se fueron obstruyendo a medida que los tumores pulmonares crecían, dificultando su capacidad de incorporar oxígeno a la sangre, y con él, los nutrientes provenientes de los alimentos, generando signos graves, como la disnea, la desnutrición y la pérdida de masa muscular.
Lo sorprendente es que no perdió el apetito.
El corazón de Laika venía fallando desde hacía uno cinco meses, por lo que debía tomar enalapril cada día, para regular su hipertensión.
Durante la última semana del mes de julio, Laika perdió la capacidad de caminar por lo que debía cargarla en brazos para llevarla a orinar y defecar en las áreas verdes de nuestro conjunto residencial, y pasaba todo el día acostada en su cama, o en el piso, tratando de respirar.
Nuestra noble perra soportó todo ese sufrimiento con estoicismo.
Este 29 de julio la condición de Laika se agravó, y fue necesario dormirla para siempre, en medio de lágrimas y lamentos, que expresaban nuestro dolor.
Como pueden comprender, Laika había perdido su calidad de vida.
Laika vino a nuestras vidas cuando tenía unos tres meses de edad, y la fuimos criando con mucho esmero, cumpliendo todo el esquema de salud que requiere un perro, que incluye desparasitaciones, tres dosis de la vacuna séptuple, las vacunas contra el virus que produce la rabia canina, y los refuerzos de todas las vacunas.
Fue creciendo muy hermosa y toñeca, hasta que un día decidimos que podía traer una camada de cachorros.
Así pasó, y Laika trajo al mundo a cuatro hermosos perritos, que amantó y cuidó con esmero.
Sus caritas eran tan arrugadas, que presentaban entropión, por lo que fue necesario hacer cirugía en los párpados de uno de esos cachorritos.
Casi toda la vida de Laika transcurrió en nuestra casa del caserío Palmira, en el municipio Andrés Eloy Blanco, del Edo Lara.
Tango, los beagles y Laika, descansando en el corredor de la casa.
Luego pasó un tiempo en Quibor, junto a mi hijo Eli José.
De allí vino a vivir en Barquisimeto, con mis cuñados Tobeo y Amelia, quienes la malcriaron, dándole, además de su comida, mucho pan dulce.
Laika nuca estuvo amarrada, por el contrario, era libre de vagar por todo el terreno de las casas donde habitó, demostrando su inteligencia y educación.
Cuando vivió en la casa materna de mi esposa, en la Urbanización El Obelisco, Laika lograba fugarse, e iba a visitar a una señora, vecina del lugar, quien muy caritativa, le brindaba una ración diaria de comida, hasta que la descubrimos, y decidimos traerla a nuestro actual apartamento, y cada día bajábamos cuatro pisos, hasta las áreas verdes, donde retozaba con su amiga Chanel, y vaciaba su vejiga e intestinos.
Laika era nuestro tercer hijo y ahora que ha partido al cielo de los perros, así la vamos a recordar.
Ali Riera
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