Stephen Hawking: el hombre y su afán por descubrir

Uno de los físicos más importantes de la historia

Aunque mi pasión sea la Literatura, en especial las novelas, igual me gusta leer otros géneros. De vez en cuando me acerco a algún ensayo (no literario) sobre antropología, historia, algo de psicología también, criminología, o libros de carácter científico. Y en este último campo, uno de los referentes indiscutibles de los últimos tiempos es Stephen Hawking.

Aunque no hayan leído ninguno de sus libros, seguramente saben quién es, o bien por haber visto The theory of everything con Eddie Redmayne, o por haber visto algún cameo de Hawking en alguna serie o dibujo animado, o más probablemente por saber sobre su condición física y su enfermedad: la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) que le paralizó el cuerpo hasta su último día. Aunque se trata de una enfermedad cruel, es una prueba más de la enorme fuerza de voluntad del genio que la padeció porque siendo la esperanza media de vida de estos enfermos de 14 meses, Hawking la sobrevivió durante 55 años; años durante los cuales escribió libros importantísimos para entender el universo a la luz de tanta información que hemos podido recabar como especie durante cientos de años. Uno de esos libros, acaso el más famoso, es El universo en una cáscara de nuez en donde Hawking despliega no sólo todo su conocimiento sino su forma particular de traducir en palabras sencillas definiciones complejas. Ahora bien, más que del libro, quiero reflexionar sobre una frase que hallé en él y que dice:

"El afán por descubrir alimenta la creatividad en todos los campos, no sólo en la ciencia. Si llegáramos a la meta, el espíritu humano se marchitaría y moriría"

Ese afán del que habla el físico es la curiosidad, ese impulsor de los mayores avances de la humanidad. Importante, tal como él o dice, no sólo en las ciencias, sino en todos los campos.

El escultor que un día decide probar con otro material; el pintor que intenta pintar lo que nadie ha pintado; el escritor que arma una novela con una estructura diferente al resto; el cocinero que piensa ¿y si mezclo este ingrediente con este otro? ¿y si lo hago de otra forma?; el cineasta que apuesta por una película sin palabras; el músico que compone una melodía con los tiempos alterados; y claro, también el científico que mira al cielo y busca, escudriña el espacio buscando respuestas a preguntas que nadie se ha planteado; todos y cada uno de ellos se mueven gracias al motor de la curiosidad, al deseo de transitar caminos nuevos y marcar el sendero para quienes vienen detrás. Personas tan diferentes, de épocas y campos tan distintos como Leonardo Da Vinci, Vincent van Gogh, Gustave Flaubert, Miguel Ángel, Mozart, Einstein y el mismo Hawking, en el fondo eran todos unos seres humanos curiosos, con un afán inmenso por descubrir nuevas posibilidades dentro de cada una de sus disciplinas.

Ahora bien, que no nos engañe el resto de la frase. Cuando Hawking dice que "Si llegáramos a la meta, el espíritu humano se marchitaría y moriría" no quiere decir que sea pesimista o que piense que tal cosa sea posible, ya que si leemos el resto del texto entenderemos lo que pensaba realmente:

"Pero no creo que nunca nos lleguemos a detener: creceremos en complejidad, sino en profundidad, y siempre nos hallaremos en el centro de un horizonte de posibilidades en expansión"

Me encanta ese final: "un horizonte de posibilidades en expansión". Es decir, no hay límites. En otras palabras, las posibilidades del crecimiento humano son tan infinitas como el universo. A pesar de ser científico, Hawking deja aquí una reflexión propia de la filosofía o de otras corrientes más humanistas.
Y esta idea de que seguiremos avanzando, creciendo, evolucionando, sin alcanzar nunca nuestro techo, nuestro límite, me recuerda una frase de Eduardo Galeano sobre la utopía:

Ella está en el horizonte.
Me acerco dos pasos,
ella se aleja dos pasos más.
Camino diez pasos
y el horizonte se corre
diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine
nunca la voy a alcanzar.
¿Para qué sirve la utopía?
Sirve para eso:
para caminar.

De igual forma la curiosidad, ese afán pro buscar nuevos horizontes, nos lleva cada vez más lejos, en donde un nuevo horizonte se vislumbra, casi tan lejano como el anterior. Primero creamos la rueda y con ella las carretas, bicicletas, vehículos, luego quisimos cruzar los cielos e imitar a las aves, luego quisimos ir más lejos y llegamos a la luna; ahora, los viajes tripulados a Marte parecen algo no sólo viable sino normal en nuestra actualidad y de allí seguiremos explorando el espacio, los océanos, la mente humana, la inteligencia artificial, las nuevas corrientes artísticas, seguiremos creando y creando, caminando hacia cosas nuevas, descubrimientos inéditos, evolucionando como especie, hasta que lleguemos más allá de lo que hoy parece posible. Todo ello impulsado por ese deseo, ese afán por descubrir.

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