Étienne de La Boétie: sobre la esclavitud voluntaria

A veces, nosotros mismos nos ponemos las cadenas

Para muchos, la Libertad es el valor más importante, lo más sagarado para el ser humano después de la vida. Por eso, en todas las épocas, la defensa de la libertad ha sido una de las constantes y más encarnizadas luchas que se han librado, tanto con la pluma como con la espada. A su vez, la denuncia de los sistemas de gobierno, personajes, o sociedades en las que la libertad se ha visto mermada, comprometida o violentada, ha sido considerada un imperativo, una obligación de los seres humanos.

El comunismo, el socialismo, las teocracias fundamentalistas, el absolutismo, son sistemas que atacan y reducen la libertad al mínimo, dejando a los individuos mermados, sumidos en el derrotismo, pesimismo y lo que es aún más grave, el conformismo. Muchos libros, conferencias y tratados se han escrito respecto a la libertad, a la defensa y al ataque de la misma (sobre esta y en favor del liberalismo, Mario Vargas Llosa escribió un libro llamado La llamada de la tribu, el cual recomiendo ampliamente), pero hoy quiero hablar sólo de uno y aún más específicamente de uno de los párrafos en un discurso que me pareció tan acertado y al cual llegué de manera fortuita. Como muchas otras veces, una novela fue la encargada de enseñarme un nuevo nombre y de conducirme a reflexiones impensadas al momento de comenzar a leerla. Jamás había oído de Étienne de La Boétie hasta que hallé su nombre en una novela que leí del sudafricano ganador del premio Nobel de Literatura 2003 J.M. Coetzee llamada Diario de un mal año. Una novela que tiene mucho de ficción, pero también de ensayo y de reflexiones y cuestionamientos sobre la esencia humana, la política y la sociedad actual.

Me llamó la atención la mención del personaje y me encontré con que fue un escritor francés que trabajó por la paz civil y por la tolerancia en las guerras entre católicos y protestantes y que con apenas dieciocho años escribió su Discurso sobre la servidumbre voluntaria o el Contra uno (Discours de la servitude volontaire ou le Contr'un), un pronunciamiento contra el Absolutismo en donde se cuestiona la legitimidad de cualquier autoridad sobre un pueblo y se analizan las razones de la sumisión de ese pueblo ante el poder.

No sólo sorprende que lo haya escrito a tan pronta edad, sino que el escrito (que invito a leer en su totalidad porque es realmente bueno) es bastante sólido y pulido. Étienne emplea ejemplos sacados de historia de la Antigüedad clásica para criticar la situación política de su tiempo, lo mismo que hago en este caso con sus palabras para relacionarlas con nuestro presente. Quizás en el futuro otra persona tome este post como referencia para puntualizar una historia que se estará repitiendo quién sabe por cuánto más, ¿es que estamos condenados a no aprender? ¿por qué sigue ocurriendo lo mismo que hace tantos siglos? Aunque las épocas cambian y los ejemplos no sean los mismos, aunque cambien los protagonistas, los nombres, los lugares, fíjense si las palabras del francés no son oportunas hoy día:

“Resulta increíble ver como el pueblo, una vez que se encuentra sometido, cae frecuentemente en un olvido tan profundo de su libertad que le resulta imposible despertar para reconquistarla. Sirve tan bien y tan voluntariamente que se diría que no sólo ha perdido su libertad sino que ha ganado su servidumbre."

No es entonces la pérdida de la libertad lo más aterrador, sino su olvido, porque quien olvida que un día fue libre, es esclavo para el resto de su vida. Esa reflexión sobre una sociedad sumisa que ha ganado su servidumbre nos hace pensar en ciertas distopías del siglo XX (Un mundo feliz, 1984) y en algunos ejemplos tomados de la vida real y del siglo XX. Sin embargo, Étienne de La Boétie escribió su discurso hace casi medio milenio.

El párrafo continúa (y se sigue aplicando a nuestra época):

"Es verdad que al comienzo sirve forzado a ello y vencido por la fuerza. Pero los sucesores sirven sin lamentarlo y hacen de buen grado lo que sus antecesores habían hecho bajo coacción. Los hombres nacidos bajo el yugo, y por tanto alimentados y educados en la servidumbre sin ningún otro horizonte, se contentan con vivir tal y cómo han nacido y no piensan en tener más bienes o derechos que aquellos con los que se han encontrado. Consideran que la condición en que han nacido es su condición por naturaleza.”

De allí que los sistemas absolutistas se tomen el poder por un período largo. Primero, por la fuerza, imponen una servitud a los jóvenes, los adultos, todos los que se opongan a su instauración; tras ello, muchos mueren, otros emigran y los demás, desganados, dejan de luchar y se resignan a la derrota. Luego, el golpe definitivo lo dan en la siguiente generación, los niños y niñas que nacen dentro del sistema y que por no conocer ninguna realidad diferente a éste, lo asumen como normal, piensan que es lo natural (tal como le sucede a la sociedad reflejada en Himno de Ayn Rand). Dicho cometido no se logra de forma abrupta y sencilla. Es un proceso gradual, que conlleva adueñarse de los espacios: los medios de comunicación, las instituciones, los nombres de las cosas, las figuras, la educación (como en la Rusia soviética, o el Gran Hermano de Orwell), es un trabajo tan amplio y tan progresivo que aquellos que lideran el sistema se niegan rotundamente a abandonar el poder de manera pacífica o rápida, porque no van a perder todo el tiempo y los recursos que han invertido en convertir a la sociedad en súbditos, en esclavos voluntarios.

Muchas sociedades se han acostumbrado a una realidad con los valores subvertidos, conflictiva, oscura, desafiante y la han asumido como el orden natural de las cosas, como que siempre han sido así y se han olvidado, como colectivo, de que hubo una época en que las cosas eran diferentes y de que se puede estar mejor. Encarcelar a un hombre no es tan dañino como hacerle olvidar la libertad perdida, porque de esta manera se consigue quebrar su resistencia y acaba siendo dominado, no por la fuerza, sino por la costumbre. Se convierte en un servidor, un esclavo voluntario, incapaz de luchar contra nada porque no ve lo que le han quitado, no ve la necesidad de pelear por nada, ¿puede existir un destino más triste para una sociedad?

Reseñado por @cristiancaicedo


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